lunes, 1 de septiembre de 2008

Ante el dolor de los demás

El dolor siempre cumple lo que promete (Madame de Staël)


Cuando murió mi hermano en las devastadoras garras de un accidente de tráfico (aviso para los conductores que en su ebriedad se piensan inmortales: haberlos haylos), el dolor nos entró a toda la familia por las orejas, la nariz, la boca y los poros de la piel y no se iba, no se iba. Cegaba la vista, nublaba el pensamiento, impedía las plenas facultades.
La noticia pasó sin pena ni gloria para el resto del mundo, aunque para nosotros la tierra dejase de girar y las cosas desde entonces nunca hayan estado en su sitio del todo (te recuperas, vives tu vida, a veces te sientes feliz, pero desde entonces es como si nuestras almas tuvieran un defecto de serie). Durante los días –meses- que sucedieron a la inexplicable pérdida me resultaba incomprensible que el sol siguiera saliendo y la gente continuase paseando tan tranquila por la calle.
Tras el accidente en el aeropuerto de Barajas, no puedo evitar preguntarme qué hubiera sido de mis padres, de mis hermanos, de mí, si los periodistas nos hubieran acosado como lo han hecho a los desgraciados e indefensos familiares que se arrastraban hacia la morgue.
En tan escalofriante estado, pocos seres humanos hubieran podido impedir a los depredadores con pase de prensa que, blandiendo sus afilados micrófonos, preguntaban a personas en estado de shock sandeces del estilo de ¿cómo se siente? ¿cuántos seres queridos ha perdido? ¿ha reconocido el cadáver? ¿ha traído una muestra de ADN?
Cabrones, un poco de respeto, ¿pero cómo os atrevéis? El morbo por el morbo, incluso en la televisión pública pagada por todos nosotros. Llenando telediarios a costa del dolor ajeno de quien no tiene fuerzas para impedirlo, se os debería caer la cara de vergüenza, esto no es información ni profesionalidad, esta es la misma España cutre que devora revistas del corazón dedicadas a zánganos y parásitos, la misma España cutre que sacó piernas esparcidas por los andenes de Atocha el 11 de marzo de 2004, la misma España cutre de siempre, a ver cuándo aprendemos.
Un primer paso sería intentar ponernos en el lugar de estas personas desoladas, aunque resulte imposible experimentar el dolor extremo que están sintiendo mientras yo escribo esto tan tranquila. Si estos periodistas-vampiros pudieran por un momento pensar, joder, si se muriera mi hermano/madre/sobrino/hija, ¿me gustaría que me hiciesen eso a mí?
Me dais asco.

13 comentarios:

dintel dijo...

No se ha cambiado mucho desde la Edad Media, creo, ahí asistían en directo a castigos y ejecuciones.

farala dijo...

os remito a un blog de http://www.exdones.blogspot.com/, que va en la misma línea y se titula "¿y nosotras somos obscenas?" muchos besos y gracias por el honor de recomendarme en tu post. reverencias, hester.

Marcela dijo...

Hester, qué razón tienes y qué bien lo has expresado; es indignante y realmente esto sí que me escandaliza y no otras cosas que dejan ojipláticos a los besasotanas.

Mireia dijo...

Lo siento.

Tienes toda la razón.
No entiendo cómo pueden tener el estómago de hacer esas preguntas a gente en estado de shock, completamente destrozados. Qué poca empatía, que poca humanidad. Y eso se ve a diario...

Mireia dijo...

por cierto, hay una fotógrafa que tiene un libro que no recuerdo el título pero creo que se parece al de tu post. Estuvo de fotografa o algo en una guerra y en el libro relata sus experiencias. nO lo he leído pero debe tocar el tema que tú tratas

marga dijo...

cuando uno sufre una pérdida semejante (como si cada pérdida no fuese única y pudiera asemejarse a otra) el mundo parece girar al revés y en cámara lenta, o quizás sea uno quien comience a (sobre)vivir a contramano

un abrazo

Dani Bone dijo...

Qué razón tienes y cómo me gusta leerte, maja. Siempre decimos "a ver si nos vemos" y nunca lo hacemos. Cuídate.

sinfonía agridulce dijo...

lo de el tratamiento de la noticia del accidente es, como poco, vergonzoso...

aunque, que podemos esperar de la información carroñera española, siempre metiendo el dedo en la llaga y respetando tan poco el dolor...

en fin...

besos hester

Elena dijo...

Totalmente de acuerdo Hester. Es repugnante que existan gentuza así y que además se hagan llamar periodistas. Son malas personas, capaces de vender su alma y sus principios por un mísero sueldo. Y lo peor es que hay gente que aún disfruta viendo estas escenas morbosas. Estos programas no deberían tener ni un solo punto de audiencia.

Saludos

Lía dijo...

Qué razón tienes...yo esos días me alejo de la televisión, prensa y a veces incluso de la radio porque me parece indecente que con la excusa de informar se aprovechen del dolor ajeno tan impunemente.

Anónimo dijo...

Hace poco vimos una peli (mala, malísima, pero da igual) donde uno de los personajes dijo una frase que me arañó el corazón: "Todos somos extraños ante las penas de los demás". Qué gran verdad, pensé. La muerte tiene el extraño poder de dejarnos suspendidos de un cordel, quietos, mientras vemos la vida pasar y nos preguntamos si el tiempo corre para los demás tan despacio como para nosotros en esos momentos.

De la vergüenza de eso que llaman periodismo no comentaré nada. Me enciendo, y no quiero.

Besos y abrazos sentidos.

Club dijo...

amen!

15r44 dijo...

El Sufrimiento en la sensibilidad moderna se entiende como un error.
Como una anomalía del todo y no como la penosidad, desgracia o dolor que en si misma es.
Así, la distancia del observante o del grupo que pasan ante el mendigo es un parámetro social, un patrón mimetizado de las conductas de referencia que nos ofrecen los medios de comunicación.
Al prejuicio inicial se incorpora el desconocimiento de esa situación desde el tratamiento textual y gráfico, acumulativo en la visión fotográfica, reflexivo en su abstracto, en su mecánica lectora, pero inoperante en la comprensión del sufrimiento o la desgracia.
La verdad que nos envuelve es administrada por el ojo, y su visión inmediata limitada por el ideario gráfico y representativo que mimetizamos de los medios de comunicación.
La verdad inmediata queda parcelada en la realidad del ideario de la multitud.

De esta forma circundamos la tragedia.