miércoles, 17 de septiembre de 2008

Patria de mi niñez


¿Por qué nos gusta el mar? Es porque tiene una poderosa capacidad para hacernos pensar cosas que nos gusta pensar. (Robert Henri)

Tengo la suerte de huir a un pequeño pueblo mediterráneo cuando se me antoja, al contar mi familia con una casa allí de toda la vida. Los rincones de estos muros curtidos por la sal del mar me han visto pasar incontables y eternos veranos infantiles, de esos que luego ya nunca vuelves a vivir, desde junio hasta septiembre, cuando se te olvida por completo el colegio y la vida invernal. También me han acogido durante múltiples semanas santas, navidades, puentes y fiestas de guardar. Desde mi habitación escuchaba el clon-clon de los barcos del puerto mientras devoraba (otra vez) los libros de Los cinco de Enid Blyton y soñaba con ser como Jorge (no la llaméis Jorgina jamás si queréis gozar de su amistad) y tener una isla y un perro como los suyos (con el padre gruñón ya contaba). En fin, que esta villa de pescadores apenas contaminada por el turismo que asola las playas que están a la vuelta de la esquina aguarda, como si se tratase de una realidad paralela, a que yo aparezca y me sacuda Madrid de encima para impregnarme con sus olores, su arena de playa y la brisa que me abraza la cara cuando recorro las callejuelas con mi bicicleta.
Ahora he venido con un cargamento de trabajo para mis mañanas y de novelas para mis tardes. Todos los días veo un amanecer anaranjado sobre el mar mientras me tomo el primer café y enciendo el ordenador. Qué suerte tengo, me digo. No hay ni un ruido, qué distinto al tráfico y las colas en el metro que a esas horas se forman en mi querida y sufridora ciudad.
Aquí no hay nada que hacer y sin embargo me encuentro siempre mucho más activa que cuando estoy en Madrid, con muchas más ganas de escribir, pasear y sortear las rocas de las calas. Se trata de un dinamismo que poco tiene que ver con los quehaceres estresantes de mi cotidianidad en la capital.
En estas madrugadas en las que me voy quitando el sueño mientras escucho las olas, observo a un grupo de niños que aguardan la ruta escolar delante de la playa. No conocen las cantinelas mañaneras de los cláxones, no conocen tantas cosas que los críos de mi ciudad experimentan cada jornada. Es entonces cuando me planteo una mudanza permanente a esta patria de mi infancia y quién sabe, quizás algún día, porque esto, qué queréis que os diga, esto es vida.

12 comentarios:

Sandra Sánchez dijo...

Te entiendo perfectamente. Seguramente lo terminarás haciendo y habrás hecho bien, seguro.
¡¡ cómo nos marcan la vivencias de la niñez!!

farala dijo...

espera a la jubilación, reina, que tus planes actuales encajan mejor en la capitás... bss

bea dijo...

qué curioso, yo que soy recién llegada a Madrid no dejo de pensar una y otra vez "esto es vida" en esta estresante cotidianidad,a mí me parecía estresante ese "no hacer nada", "no pasar nada", esa calma...

curioso, o quizá no tan curioso

Anónimo dijo...

Te entiendo, tengo la suerte de que mi niña tiene una casa en un pueblo perdido de la costa sur de España, al pie de una montaña y con vistas al mar, tan maravilloso y alejado del ruido y la civilización que nos duchamos al aire libre y nos secamos mirando al sol. Fue nuestra primera casa y ahora pasamos alli los veranos y es como vivir en otra epoca, a otro ritmo. Comprar el pescado directamente de la barca, perseguir a los cangrejos, bucear sobre las rocas. Desde luego son lugares para quedarse a vivir sin prisa.
Disfruta del Mediterráneo
Besitos

María dijo...

Qué lugar tan bonito para quedarse y escribir y vivir y soñar y releer "los cinco"...!!

Olga dijo...

Cuando leo cosas como ésta, hago cálculos y recuerdo que moriré entre muros de hormigón. No me gusta la idea, así que líbrate de ello si puedes. Hazlo por las que no podemos aspirar a tu suerte y escribe sobre ello. Te lo agradecemos desde ya. Besos.

pikaia dijo...

Me pasa como a "Robert", como a ti y como a tantas otras personas... El mar... Esa es mi ilusión, vivir en una ciudad pequeña junto al mar con mis ilusiones... (suspiros mil...)
besitos :)

Anónimo dijo...

No me extraña q te quieras mudar a C.Peich, sobre todo porque ahí no pagarías alquiler, q con la crisis, hija, la cosa está fatal.
Por cierto, para mí el sonido de los barcos siempre fue "clin clin", no "clon clon". Curioso, eh?
Besos sista.

Lía dijo...

Disfruta de ese exilio marítimo todo cuanto puedas guapa ;)
Yo me siento una afortunad por vivir junto al mar, creo que a estas alturas de mi vida ya no podría estar lejos de las olas...

Elena dijo...

¡Qué envidia! Tiene que ser maravilloso estar así. Esa paz, esa tranquilidad, estar cerca del mar... Supongo que al cabo del tiempo echarás de menos cosas de la ciudad, pero para un retiro temporal debe ser un lugar increíble. El mar ejerce un poder sobre el alma que muchos psiquiatras querrían conseguir.

Un saludo

dintel dijo...

He crecido igual que tú. Y devorando el mismo alimento. Todas soñábamos con ser Jorge.

Lena de mar dijo...

Me uno a lo que ha escrito Dintel... yo leí toda la colección completa de "Los cinco" en casa de mis primas en Tarragona el verano de 1981. Al volver a Palma de Mallorca me hicieron la revisión oftalmológica y me tuvieron que poner gafas (devoraba los libros de noche sin casi luz. Valió la pena llevar gafas por todo lo que disfruté ese verano leyendo.

Fue un placer conocerte en persona a ti y a tu bruja.

Abracitos salinos para las dos