viernes, 27 de noviembre de 2009

La familia sí que importa

Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.

No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo
no te pertenecen.

Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos.

Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas,
viven en la casa del mañana,
que no pueden visitar
ni siquiera en sueños.

Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos semejantes a ti
porque la vida no retrocede,
ni se detiene en el ayer.

Tú eres el arco del cual, tus hijos
como flechas vivas son lanzados.

Deja que la inclinación
en tu mano de arquero
sea para la felicidad.

Aunque la aceptación de lo diferente está cada vez más extendida en nuestra sociedad, lo cierto es que resulta prácticamente imposible encontrar a una lesbiana o a un gay que no haya sufrido la homofobia en sus carnes. Además, esta desagradable experiencia suele empezar en casa, con miembros de nuestra propia familia. La homofobia cotidiana significa la desaprobación familiar, la aceptación de una ciudadanía de segunda clase y la exclusión de la mayor parte de las películas, series y otras formas de entretenimiento. Hasta hace muy poco tiempo, estaba respaldada por nuestro sistema legal, cosa que continúa sucediendo en muchos otros países.
Ha salido un libro de Sarah Schulman que habla sobre la homofobia en el ámbito doméstico. Se titula Ties That Bind. Yo aún no me lo he leído, pero una crítica en la revista Curve ha despertado mi interés hacia él, pues la tesis de la autora es que al comenzar la homofobia en casa, esa es la raíz del problema y ahí es donde debemos empezar a resolverlo.
Schulman sostiene, y estoy completamente de acuerdo, que la homofobia familiar no es un problema personal, sino una crisis cultural. Yo lo llamaría igual que los medios de comunicación a la violencia machista: lacra social. Y es que del mismo modo que la violencia machista está en proceso de pasar de ser un drama doméstico a considerarse un crimen, es necesario que criminalicemos también la homofobia y la denunciemos cuando encontremos personas que la están sufriendo, lo mismo que denunciaríamos a nuestro vecino si le oyésemos pegar a su mujer.
El maltrato psicológico o físico de una lesbiana o de un gay en su propio hogar por un miembro de su familia –su padre, su madre, su hermano, su hermana…- valida los posteriores abusos que esa persona pueda recibir en otras relaciones y por parte de la sociedad. Igual que un niño maltratado tiene muchos visos de convertirse en un maltratador, el abuso a un gay o a una lesbiana por su sexualidad puede hacer que reproduzcamos esos comportamientos con nosotras mismas –véase la homofobia internalizada sobre la que precisamente escribía ayer- o con otras relaciones. El abuso emocional de los padres u otros familiares a sus hijas lesbianas (o a cualquier otro hijo LGTBQ, se entiende) es igual de reprochable que otros abusos y debemos tomárnoslo mucho más en serio.
Ser homófobo no se trata de ejercer tu derecho a la libertad de expresión, sino de estar atentando contra los derechos civiles y humanos de otra persona. La crueldad de la homofobia, repito, debe recibir la importancia que se merece.
En resumen, podríamos considerar que el comportamiento homófobo es inmoral y que tiene consecuencias altamente destructivas para todas las personas implicadas. Por tanto, debería ser condenable y no relegarse al ámbito de lo privado o familiar.
El cartel dice "Liberados de la homosexualidad". Son gente de First Stone Ministries, que como Exodus International, se dedican a "curar" homosexuales.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Tristes armarios del odio a una misma

Mi lesbianismo es un acto de caridad cristiana. Como hay tantas mujeres por ahí rezando para conseguir hombres, yo les he cedido aquellos que me correspondían a mí (Rita Mae Brown).

Últimamente, los armarios me traen por la calle de la amargura. Conozco a varias personas que viven en España, como yo, y que ocultan su lesbianismo ante las personas más cercanas a ellas: mujeres en trabajos en los que la mayoría de ellas son bollos y nadie lo dice por temor a los hombres que también trabajan allí. Mujeres casadas con hombres y con una vida lésbica oculta. Parejas de mujeres que llevan años juntas y nadie sabe que son pareja (o mejor dicho, nadie lo habla, aunque todos lo intuyen). Mujeres que se inventan un marido cuando lo que tienen es una mujer. Mujeres con hijos que niegan a la otra madre de sus criaturas en ciertos ámbitos. Mujeres con una existencia sáfica superactiva online y que en la vida real fingen ser heterosexuales. Mujeres que ríen las gracias homófobas de sus compañeros de trabajo mientras se hieren por dentro. Mujeres que viajan a otras provincias para buscar lo que en la suya no se atreven a experimentar. Mujeres que siguen diciendo que no son lesbianas, que solo aman a tal mujer en concreto... Podría continuar infinitamente.
Cuando le digo que no lo entiendo, mi bruja siempre se enfada mucho y me pide que no juzgue a los demás. Creo que a ella, en su bondad infinita (el rasgo de su personalidad que más enamorada me tiene), es mucho más capaz que yo de ponerse en el lugar de las demás, de comprender sus miedos y sus vergüenzas a pesar de que ella no los tiene y de que ella no le oculta absolutamente a nadie que está casada conmigo (ni siquiera a su abuela de noventa y cinco años, sentada en primera fila en nuestra boda). Quiero intentar ser más comprensiva, pero al mismo tiempo deseo que las lesbianas seamos más valientes y demos la cara para no lentificar aún más la consecución de nuestros derechos.
He empezado este post diciendo que “conozco a varias personas que viven en España…”. He mencionado el país a propósito: aquí el matrimonio jurídico, con iguales requisitos y efectos que los existentes para las personas heterosexuales, está reconocido por ley desde el año 2005, como bien recordamos todo el colectivo LGTBQ de estas tierras. Esto significa que tenemos los mismos derechos y que por fin no somos una ciudadanía de segunda, es decir, personas que deben pagar los impuestos y acatar las leyes como todo el mundo pero que no son tratadas como todo el mundo. Al menos legislativamente hablando, porque socialmente, como indica esta entrada y como bien sabemos, es otro cantar.
A día de hoy, tan solo hay siete países donde el matrimonio homosexual está reconocido jurídicamente. Por orden de legalización, son los Países Bajos (2001), Bélgica (2003), España (2005), Canadá (2005), Sudáfrica (2006), Noruega (2009) y Suecia (2009). Además, es legal también en seis estados de los cincuenta que tiene Estados Unidos: Massachusetts (2004), Connecticut (2008), Iowa (2009), Vermont (2009), Maine (2009, aunque la medida no ha entrado en vigor aún por la oposición de los conservadores) y New Hampshire (donde entrará en vigor en 2010). Recordemos que en el estado de California, donde antes era legal, la famosa proposition 8 enmendó la Constitución con el fin de que el matrimonio solo pudiera constituirse entre un hombre y una mujer, anulando así cientos de casamientos que ya se habían celebrado.
Y si doy estos datos es porque quiero resaltar el hecho de que, con lo grande que es el mundo, nos contamos entre las pocas lesbianas del planeta que podemos ejercer todos nuestros derechos civiles. No deseo entrometerme en los motivos por los que las lesbianas están en el armario en otros países donde sus prácticas son ilegales o alegales, pero la ocultación aquí es otro cantar.
Por eso no entiendo eso de estar en el armario en España, sinceramente, no lo entiendo aunque lo he intentado. Me explican que en sus trabajos hay mucha homofobia, que temen el acoso laboral o el desprecio de sus compañeros. Me explican que sus familias son muy conservadoras, que temen perderlas. Yo sé que hay entornos laborales realmente duros, soy plenamente consciente de ello. Y permanecerán así si nosotras no damos la cara. También comprendo que las situaciones en las familias pueden ser complicadas, pero conozco más casos en las que estas sorprenden para bien –muchas madres o padres prefieren abrir la mente antes de perder a sus hijas para siempre, que es lo que termina ocurriendo si no las quieren tal y como son- que en las que rechazan sus opciones. Y si esto último sucede, quizá ya va siendo hora de alejarnos de gente tan perjudicial en nuestra vida. Sí, es más fácil decirlo que hacerlo y en ocasiones hay una gran dependencia psicológica o bien nos ahogamos en la culpabilidad, pero pensemos que solo se vive una vez, decidamos de veras lo que queremos hacer con la única vida que tenemos (a no ser que exista dios o la reencarnación, pero eso no lo sabemos, así que por si acaso). Con respecto a quienes incluso se lo ocultan a sus amistades, lo mismo, ¿no estaréis infravalorando a esas personas al pensar que son tan intransigentes? Y si lo son, ¿de veras queréis ser amigas de alguien así? Otra excusa es: es que tu vives en una gran ciudad (Madrid) pero yo vivo en un pueblo o en una provincia pequeña… igualmente respaldada por las leyes, amigas, igualmente. Yo me he casado en un pueblo de Ávila (en su mayoría una provincia conservadora) de cien habitantes, a los cuales invitamos a unas cañas en el único bar al salir del ayuntamiento. No hubo ningún problema, sino todo lo contrario, generosidad a destajo y sonrisas.
Pero la verdad es que no me lo trago, no señoras (y que me perdone mi bruja). Estar en el armario en estos tiempos y en este país, por mucha excusa relacionada con el trabajo, la familia, las amistades o la localidad donde una resida, solo tiene que ver con una cosa: la homofobia internalizada. A veces es inconsciente y otras nos damos cuenta de ella, pero el caso es que las lesbianas en el armario sienten, aunque su razón les diga lo contrario, que lo que son no está bien. La homofobia internalizada es una forma de autocastigo cuya raíz son los prejuicios que nos rodean. Estos pueden ser obvios –insultos, comentarios, rechazo- o indirectos –la escasez de libros y películas de temática LGTBQ, etc.-, pero nos hacen sentir envidia hacia los privilegios que la sociedad heterosexista concede a las parejas de distinto sexo. Como lo que sentimos y deseamos es denostado y no coincide con la realidad diaria, acabamos asimilando ideas erróneas sobre lo bueno y lo malo, lo natural y lo antinatural, que llenan nuestra vida de angustia y de complejos.
Ideas erróneas, recordad, ideas erróneas. No es fácil ser valiente, pero es más difícil vivir la vida ocultando y denigrando lo que una es. Las excusas, al cajón de los lastres. Y los días que nos quedan en esta tierra, con la cabeza alta y el corazón libre.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Cuatrocientos mil hombres

Con Nagore, nos sientan a todas en el banquillo. Muchos tertulianos, y también tertulianas, ya lo han manifestado en televisión y radio estos días: “La muerte de Nagore debe servir para enseñar a las mujeres a ser más prudentes”. La responsabilidad, recae, una vez más, sobre nosotras. Las mujeres debemos vivir con miedo y educar en el miedo a nuestras hijas para que no las maten, porque si las matan será culpa de ellas y de nosotras, por su actitud y la nuestra, por su aspecto o por su comportamiento y su muerte no será un asesinato, tan solo “un hecho trágico”, como definió la de Nagore el abogado de Jose Diego Yllanes, ilustre penalista de la universidad de Navarra.
Pero si de verdad las mujeres podemos aprender algo de la muerte de Nagore y de este lamentable e injusto juicio es que tenemos la responsabilidad de ser tan prudentes como para enseñar a nuestras hijas no a vivir atemorizadas sino a luchar por sus derechos, a luchar por ser libres e iguales a los hombres y poder disfrutar del sexo y del amor sin miedo; a luchar por no tener que morir por ello, como Nagore. (Isabel Alba en Rebelión)

Un año más, no hay nada que celebrar en lo que respecta a la violencia machista.

No hacemos uso de lo que, como país privilegiado en cuanto a medios que somos, podríamos aprovecharnos: la educación. Los adolescentes y los jóvenes siguen manteniendo actitudes extremadamente violentas hacia las mujeres porque hemos adoptado una actitud pasiva al respecto. No hay más que pasar por delante de un grupo de chavales o sentarte junto a ellos en el metro para escuchar sus comentarios agresivos y machistas y quedarte anonadada. Los diez niños que abusaron de dos compañeras en un autobús escolar o la sentencia judicial del caso de José Diego Yllanes (asesino de Nagore Laffage, por favor, no lo llamemos caso Nagore Laffage, digamos el nombre de él constantemente para que nadie lo olvide, ya que va a salir tan pronto de rositas) son prueba de cómo está el tema.

Continúa habiendo un modelo de masculinidad ligado a la agresividad. El avance de la situación de las mujeres ha dado lugar a un fenómeno reactivo: muchos hombres se sienten amenazados o perdidos ante la desaparición de su rol de amo y señor y reaccionan con violencia. En estos momentos, cuatrocientos mil hombres están maltratando en España.

Y es que hay que hablar así, con oraciones activas, con los hombres como sujeto, pues son ellos, los maltratadores, los que cometen los crímenes. No son enfermos, son personas completamente conscientes de lo que hacen, que golpean en el pecho y en la cabeza para que la ropa y el pelo oculten las heridas, que se aprovechan de los momentos más vulnerables de las mujeres –cuando estas no tienen dinero o están embarazadas, por ejemplo- y que saben que están haciendo algo ilegal. La violencia machista no es responsabilidad nuestra, no somos nosotras las que tenemos que "tener cuidado", no deberíamos ser nosotras las que tengamos que andar con precaución y no pasar por callejones oscuros, que hasta de nuestro propio hijo tendríamos miedo si no reconociésemos su silueta... Un incompetente columnista escribió hace poco que somos nosotras las que criamos a los maltratadores, cuando lo poco bueno que estos tienen en su interior suele ser precisamente lo que han heredado de sus madres en una cultura que les enseña a ser violentos y a despreciar a las mujeres.

Un ejemplillo de víctimas mortales, hay muchas más (muertas y vivas): Enero, Valencia. Un hombre mata a una mujer y hiere a otra. Febrero, Sevilla, mata a puñaladas a su mujer y se tira por la ventana. Marzo, Castellón, un hombre de cincuenta años estrangula a su esposa. Abril, León, una mujer muere asfixiada. Mayo, Guipúzcoa, un hombre mata a su esposa tras perseguirla en coche. Junio, Barcelona, detienen al marido de la mujer cuyo cadáver apareció descuartizado. Julio, Toledo, mata a su ex mujer delante de su hija de seis años. Agosto, Orense, detienen al ex novio de la chica de diecinueve años asesinada. Septiembre, Ávila, estrangula a su mujer. Octubre, Mallorca, muere una mujer apuñalada por su marido. Noviembre, La Rioja, un policía nacional retirado es el presunto homicida de su compañera. Diciembre…

martes, 24 de noviembre de 2009

APOSTATA*

Cuando adoptamos a ciegas una religión, un sistema político o un dogma literario nos convertimos en autómatas y dejamos de crecer (Anaïs Nin).

Aunque me repito más que el ajo, hoy quiero pedirte que apostates si no lo has hecho ya. ¡Es bien fácil! En este contexto, apostatar significa exigir a la iglesia católica que suprima tus datos de sus libros parroquiales con el fin de renunciar a la fe católica.

Los motivos para renunciar a la fe católica son innumerables. Personalmente, como lesbiana no puedo pertenecer a un grupo que me niega los derechos civiles, como mujer, no puedo pertenecer a un grupo misógino tanto en sus rituales como en su condena del aborto y en su propagación del rol de la mujer como madre y esposa, como española, no puedo pertenecer a un grupo que abusa de un Estado que se dice laico y no lo es, como ser humano no puedo pertenecer a un grupo que contribuye a la propagación del SIDA, que predica la pobreza y no para de recaudar para que sus mandamases vivan en palacios, y que a lo largo de la historia ha destruido culturas enteras intentando imponer sus valores.

Lo único que tienes que hacer es enviar una carta a la parroquia donde te bautizaste y otra al obispado u arzobispado de tu comunidad. Esta misma operación la tienes que repetir si has hecho la confirmación o contraído matrimonio por la iglesia católica, puesto que si no seguirás saliendo en los libros parroquiales. Aquí tienes todos los modelos de cartas, por lo que si no quieres, ni siquiera tienes que redactarlas tú (eso sí, no te olvides de rellenarlas y firmarlas).

Las cartas deben ir acompañadas de una fotocopia del DNI. No hace falta incluir la partida de bautismo y además, está prohibido que te la pidan. Lo único necesario, repito, es la carta de renuncia firmada y una fotocopia del DNI. Cualquier requisito adicional impuesto por los señores de la sotana es ilegal y puede denunciarse en la Agencia Española de Protección de Datos. Recordad que por cada carta de renuncia (de bautismo, de confirmación o de matrimonio) hay que enviar otra al arzobispado de vuestra ciudad. Hacedlo siempre por correo certificado o por burofax. Los envíos se pueden monitorizar desde la web de Correos, pues en el resguardo que te dan al mandar las cartas viene un número con el que puedes comprobar que haya sido entregada. Correos tiene también un servicio de burofax online. Vamos, que para apostatar ni siquiera tienes que moverte de casa. Como ves, ¡no hay excusa para no hacerlo si realmente quieres!

Por cierto, que el hecho de haber apostatado no afecta en absoluto a tu matrimonio si estás casada/o, pues en España el matrimonio es una figura jurídica civil. Un matrimonio religioso ha de notificarse en el registro civil para tener validez legal y solo entonces es reconocido por el Estado.

De todas formas, en esta web tienes todo explicado con detalle por si sigues teniendo dudas.

Si con este post consigo que al menos una persona más apostate, habrá cumplido su cometido.

Que no usen tu nombre en vano, ¡apostata!

*Mis disculpas a todas las lectoras y a todos los lectores de fuera de España, pues este post solo habla de las formas de apostatar en este país. Desconozco cómo se hace en otros lugares y os cedo la sección de comentarios para que nos iluminéis al respecto. ¡Muchas gracias!

domingo, 8 de noviembre de 2009

Bollomeditación nº 1*

No te acuestes con una hetero que quiera experimentar… ¿acaso ellas han hecho alguna vez eso por nosotras?

*Inauguro una sección cuyo único fin es reírnos un rato... ¿O pretendo algo más?

domingo, 1 de noviembre de 2009

Los periódicos que no amaban a las mujeres

Los feminismos se enfrentan a la idea de que un grupo de personas tiene derecho a imponer la definición de realidad a otras (Liz Stanley y Sue Wise)

Las mujeres españolas –por hablar de lo que conozco, aunque no es muy difícil suponer que en gran parte del mundo sea igual- no tenemos ningún periódico que nos represente. Los diarios están escritos en su mayor parte para hombres –salvo las páginas dedicadas al cuidado personal- y nosotras los leemos pasando por alto todas las afrentas que invaden sus páginas, porque, qué remedio nos queda... Desde el machacón “la mujer esto y lo otro” (¿cómo que “la mujer”? ¿es que estamos todas cortadas por un mismo patrón? ¿tanto os cuesta decir “las mujeres”?) hasta los anuncios de contactos (“contactos”, eufemismo de “prostitución”, con la que no solo se llevan dinero los mafiosos y los chulos sino también los periódicos nacionales de mayor tirada), pasando por el escaso número de colaboradoras y la poca importancia dada a los asuntos que nos conciernen (¿sabíais, por ejemplo, que cuando hay un artículo sobre los ataques al corazón solo hablan de los ataques al corazón que sufren los hombres, pues los de las mujeres tienen síntomas muy distintos?), los feminismos solo han llegado a la prensa en migajas por las que se espera que estemos satisfechas.

Los domingos suelo comprarme El País, aunque hoy me he planteado seriamente dejar de hacerlo de una vez por todas, pues en los últimos tiempos creo que está haciendo que me siente mal el desayuno. Creo que en estas perezosas mañanas que anteceden al caótico lunes voy a optar por comprarme revistas de cocina. Me encantan y siempre me ponen de buen humor.

En fin, hagamos un repaso a todas las perlas con las que me he encontrado hoy en un periódico que presume de progresista:

-Un artículo titulado “Cocaína, transexuales, chantajes y vídeos en la Italia de Berlusconi”. El mismo título, que iguala a los transexuales con la cocaína y los chantajes, indica lo que leyendo el artículo se descubre enseguida, que es un escrito profundamente tránsfobo.

-Un artículo en defensa del violador Roman Polanski escrito –bastante mal y con argumentos demasiado enclenques, por cierto- por el autor francés Bernard-Henri Lévy y anunciado a bombo y platillo en portada.

-Anuncios de “contactos” en los que se pueden leer frases tales como “chicas inolvidables nuevas”, “chicas Hong-kong 19 años” o “universitaria cariñosa y muy guapa”.

-La portada del suplemento dominical dedicada en exclusiva al diseñador Karl Lagerfeld, famoso por declarar cosas como que está a favor de utilizar mujeres extremadamente delgadas en los desfiles, que quienes las critican es por pura envidia, que la revista alemana Brigitte –la cual ha optado recientemente por utilizar mujeres normales y corrientes en lugar de anoréxicas- debería emplear únicamente a modelos profesionales y que “nadie quiere ver mujeres curvilíneas”, citando sus propias palabras. Con H&M dejó de trabajar porque no quería hacer tallas mayores que la 38 y de la modelo Heidi Klum ha comentado que está demasiado gorda para las pasarelas… Pero no pasa nada, El País le dedica un extenso reportaje en el que resalta su excentricidad y su pasión artística.

-Un publirreportaje a toda página de cirugía estética “contra la grasa antiestética” que permite “remodelar la silueta, reducir la celulitis y atenuar la flaccidez” y que “además de destruir la grasa que causa desagrado, provoca una contracción en la piel”.

-Y por supuesto, que nunca falle, la columna del escritor Javier Marías, famoso antifeministas y machista recalcitrante (como muestra, este artículo de su amigo Pérez-Reverte y su contestación).

Y sí, luego otro artículo sobre prostitución, uno sobre los burdeles chinos de Soledad Gallego-Díaz, otro sobre violencia de género, otro escrito por Esther Tusquets… muy bien, pero no se trata de compensar machismo con feminismos, pues no son opuestos. El uno tiene que ver con la opresión del 50% de la población del mundo, ya sea por métodos sutiles o abiertamente discriminadores, mientras que los segundos tienen que ver con responder a estas agresiones y luchar por la dignidad.

En fin, lo mismo que me ha pasado hojeando El País al haberme topado con estas joyas que os he enumerado, me podría haber ocurrido con cualquier otro periódico… Lo dicho, la prensa no nos quiere y tendremos que sacar nosotras, como siempre, las castañas del fuego y empezar a pensar en publicaciones alternativas para personas que no quieren ser cómplices de ese crimen tan atroz llamado machismo.

¡Son buenísimos para limpiar los cristales o envolver las cosas pequeñas en las mudanzas!