jueves, 29 de enero de 2009

Johanna Sigurdardottir

El paso político más importante que puede dar un gay o una lesbiana es salir del armario. Se ha demostrado que es más fácil odiarnos y temernos cuando no se nos ve (Amanda Bearse)

Islandia contará, desde la semana que viene, con la primera jefa de Gobierno del mundo abiertamente lesbiana y, en general, con la primera persona abiertamente homosexual que dirige un país. Y digo “abiertamente” porque, quién sabe cuántos mandatarios habrán estado o estarán en el armario…

Johanna Sigurdardottir (Reikiavik, 1942), de 66 años, llevaba ocho siendo la ministra de Asuntos Sociales de Islandia y se encargará ahora –y por lo menos hasta las elecciones de mayo- de sustituir a Geir Haarde, que ha dimitido debido a la fuerte crisis económica y a las intensas protestas que han sacudido su país.

Sigurdardottir, Sigurdardottir, venga, que no es tan difícil de decir, aprendéoslo de memoria. Un truco, “dottir” significa “hija”, como en inglés “daughter”, así que sería algo así como “hija de Sigurdar”. ¿A que ya no se os olvida?

Pues Sigurdardottir estudió en el Colegio de Comercio de Islandia y después trabajó como azafata de vuelo para Loftleidir. En 2002 se casó con la periodista y dramaturga Jonina Leosdottir (efectivamente, hija de Leos, ja ja ja). Tiene dos hijos de un matrimonio anterior.

¡Ya iba siendo hora! El mundo, encabezado por unos cuantos países, avanza hacia la inevitable disolución de los prejuicios infundados e ignorantes contra el colectivo LGBTQ.

Quedan todavía años de resistencia conservadora, pues la gente de mente estrecha aún pateará, como si fueran cucarachas boca arriba, queriendo que regrese el mundo de privilegios que se les escapa de las manos. Personas como la primera ministra Sigurdardottir contribuirán, sin duda alguna, a desinflar estos globos de bochornosa discriminación.

jueves, 22 de enero de 2009

Futurible

No hay mejor espejo que una vieja amiga (George Herbert)

Y siguieron viviendo, sin horas suficientes en la agenda pero encontrando siempre un rato para tomar una sopa de sobre juntas.


miércoles, 21 de enero de 2009

Literatura en los genes (¡si ya lo sabía yo!)

Los libros son la humanidad impresa (Barbara W. Tuchman)

Un grupo de psicólogos evolutivos de la Universidad de Missouri, San Luis (Estados Unidos), dirigidos por el profesor Joseph Carroll, especializado en darwinismo literario, ha realizado un estudio acerca del modo en que las novelas victorianas han influido en la sociedad occidental. Su modo de proceder ha sido pedir a 500 académicos que rellenasen un cuestionario acerca de los personajes de 201 novelas decimonónicas. En dicho cuestionario les preguntaban sobre la personalidad, la respuesta emocional y otros rasgos psicológicos de los personajes en cuestión.

La conclusión, aunque no sé cuánto tendrá de científica, a mi me ha hecho repachingarme en mi asiento con aire satisfecho, echar un vistazo a mis rebosantes estanterías y asentir con orgullo.

El estudio afirma que las novelas victorianas contribuyeron a mantener el orden social e instaurar el altruismo en la sociedad decimonónica, cosa que, a la larga, conformó el código moral bajo el cual actuamos hoy día. Las novelas de aquella época promovían en general una sociedad más igualitaria y hablaban de cooperación y de unidad contra el ansia de poder y de dominación.

En ellas, el comportamiento dominante estaba estigmatizado, no como en siglos anteriores, y sus personajes reflejaban los conflictos que vivían interiormente para mantener este orden moral. Por poner dos ejemplos, el tormentoso Heathcliff de Cumbres Borrascosas (Emily Brontë, 1847) o el ambiguo Sr. Darcy de Orgullo y Prejuicio (Jane Austen, 1813), eran dos personas contradictorias cuyos actos tienen consecuencias que, por supuesto, no voy a desvelar aquí por si hay alguien que no se ha leído estas dos novelas (en cuyo caso os recomiendo que apaguéis el ordenador ahora mismo y corráis a la librería más cercana).

En otras novelas de la época, las cosas son más blancas o negras. Por ejemplo, Dorothea Brooke de Middlemarch (George Eliot, 1874) es muy bondadosa y da la espalda a los ricos para ayudar a los pobres, mientras que el conde Drácula de la novela homónima (Bram Stoker, 1897) refleja los peores excesos de la aristocracia.

El estudio dice, en fin, que las novelas victorianas tuvieron la misma función a la hora de conformar nuestro código moral que siglos antes habían tenido los cuentos con moraleja.

¡Si ya lo sabía yo!

***

Con respecto al desafío que me ha lanzado mi querida amiga Hope, con quien he compartido aula en Estados Unidos y con quien comparto un amor sin igual por los libros y por la cocina (si sabéis inglés o francés, su blog os va a encantar), resulta que tengo que copiar entre 5 y 10 líneas de la página 25 de uno de los libros que esté leyendo en la actualidad. Pues bien, en mi caso se trata de The Yellow-Lighted Bookshop, por Lewis Buzbee (Graywolf Press, 2006), otro bibliófilo empedernido que en esta obra hace un homenaje a las librerías y las bibliotecas mezclando historia, autobiografía, pensamientos y un sinfín de deliciosas ideas para ratones de biblioteca. Ahí va (luego lo traduzco):

While our friendship has gone well beyond our love of books, that love has always been central, and at least for us, it’s impossible to find any boundary between books and life in the world. Today, we see each other maybe six times a year, but talk on the phone once or twice a week. When she calls, it’s always morning and she’s already breathless. “Have you read…?”

What Greta was trying to tell me that night, and ever since, was that the books are right, we are not alone.

Traducción:

Aunque nuestra amistad ha ido más allá de nuestro amor por los libros, ese amor siempre ha sido fundamental y, al menos a nosotros, nos resulta imposible encontrar los límites entre los libros y la vida en este mundo. Actualmente nos vemos unas seis veces al año, pero hablamos por teléfono una o dos veces a la semana. Siempre me llama por la mañana, pero ya está sin aliento. “¿Has leído…?”

Lo que Greta intentaba decirme aquella noche, y siempre desde entonces, es que los libros tienen razón, no estamos solos.

***

As for the meme my dear friend Hope has tagged me with –we were classmates in the USA and we also share a very deep love for books and food (if you speak English or French, check out her blog, you are going to love it)-, I have to share the 5th-10th lines of the 25th page of one of the books (well, the truth is I just copied a few lines from that page that I liked more than the 5th-10th) that I am currently reading. For me it’s The Yellow-Lighted Bookshop, by Lewis Buzbee (Graywolf Press, 2006), another incurable bibliophile who pays tribute to bookstores and libraries by writing a combination of history, autobiography, his thoughts and many other delicious ideas for bookworms. Here it is:

While our friendship has gone well beyond our love of books, that love has always been central, and at least for us, it’s impossible to find any boundary between books and life in the world. Today, we see each other maybe six times a year, but talk on the phone once or twice a week. When she calls, it’s always morning and she’s already breathless. “Have you read…?”

What Greta was trying to tell me that night, and ever since, was that the books are right, we are not alone.

martes, 20 de enero de 2009

Laura Welch

No creo que tenga que hablar de estos temas con mi marido (Laura Bush)

Por muy malo que sea el día 20 de enero, nadie nos quita que Bush se marcha por fin de la Casa Blanca. El mundo entero está de celebración porque ese inepto peligroso se larga por donde ha venido. Ha sido como un tornado que arrasa cuanto encuentra por su camino. De pronto llega la calma, los pajaritos vuelven a cantar, nos remangamos y nos enfrentamos a los desperfectos.

Pero hoy no quiero hablar de ese pijo paleto, ya lo harán muchos otros, prefiero hablar de una mujer discreta y misteriosa que también está haciendo las maletas: su mujer, Laura Bush.

Os seré sincera, Laura Bush no me cae mal, no puedo evitarlo, lo he intentado pero no me cae mal. Es más, le tengo simpatía aunque no comprenda su opción matrimonial (y sobre todo, su permanencia en tal matrimonio). Supongo que, por una parte, nos une ese amor a los libros que ella también ha sentido desde niña. Voraz lectora, fue bibliotecaria y ha dedicado la mayor parte de su trayectoria como Primera Dama a inculcar la afición a la lectura a los niños y niñas de su país, viajando a todos los estados y dedicándose en cuerpo y alma a importantes campañas de alfabetización infantil y de adultos. Fue ella quien estableció el National Book Festival en 2001, que se ha convertido en uno de los festivales literarios más importantes de Estados Unidos, atrayendo a miles de personas (alrededor de 120.000 en 2007) y con invitados como Salman Rushdie, Sue Grafton o John Irving.

Además de esto, su estancia en la Casa Blanca ha estado marcada por sus iniciativas en temas de salud (sobre todo con respecto al cáncer de mama, el SIDA y la malaria en el mundo) y de educación.

Otra cosa que me atrae de Laura Bush es ese tinte trágico que adquirió su vida –y que la marcó para siempre, estoy segura, aunque apenas ha hablado sobre ello- cuando, a los 17 años de edad, se saltó un stop con el coche y se chocó contra otro vehículo cuyo conductor murió en el acto. Dicho conductor era el chico de su clase que le gustaba, Michael. Terrible, ¿verdad?

Laura Bush no se ha mostrado en contra ni del aborto ni del matrimonio homosexual, tal y como lo ha hecho su marido, aunque tampoco ha declarado estar abiertamente a favor... es la ambigüedad de la gente que no se quiere mojar.

¿Cómo puede una mujer que supuestamente está tan implicada en los derechos civiles, que ha viajado por todo el mundo y que parece ser tan sensible en muchas cuestiones, estar casada con alguien como George Bush? ¿Cómo ha sido capaz de asistir impasible a las guerras que este hombre ha empezado y nos deja sin terminar? No lo entiendo, no lo entiendo.

Curtis Sittenfeld, autora estadounidense poco conocida en España pero que se cuenta entre mis favoritas, publicó en 2008 una novela llamada American Wife en la que ficcionaliza la vida de Laura Bush: su infancia y adolescencia provincianas, el accidente de coche que marca toda su vida y en el que no deja de pensar un solo día, el noviazgo y el matrimonio con el futuro presidente de Estados Unidos, sus amistades, su maternidad, su amor por los libros y su estancia en la Casa Blanca. El trabajo de Sittenfeld, demócrata hasta las trancas, resulta cuanto menos magistral, pues humaniza a esta mujer de hielo y la convierte en una persona con una vida muy rica que se ve enturbiada por los remordimientos, no ante sus actos sino ante los de su pareja, a quien sin embargo ama y con la que a pesar de todo decide quedarse.

Mi incomprensión ante esta mujer contradictoria y mi indignación mezclada con aplausos ante las campañas que ha llevado a cabo durante su “reinado” hacen que no me apetezca juzgarla, sino que probablemente me tomaría un café con ella si pudiese hacerlo. Y no pararía de hacerle preguntas, no pararía.

¿Por qué estoy tan convencida de que no le da ninguna pena marcharse de la Casa Blanca?

lunes, 19 de enero de 2009

Lo insólito

Algunas personas enfocan su vida de modo que vivan con entremeses y guarniciones. El plato principal nunca lo conocen. (José Ortega y Gasset)

Lo insólito es quererte de forma incondicional, el efecto de una taza de café en un cuerpo adormilado, el Madrid poblado de las noches de fin de semana, un faro clavado en unas rocas, hablar por teléfono a larga distancia, mi canción favorita del momento, un día vacío en una agenda llena de garabatos, un olor que trae recuerdos, la risa, aterrizar en el río Hudson, un sillón bien cómodo, una comida familiar, la primera palabra de un niño, suspirar, los cumpleaños, bailar con alguien, los abrazos, una novela cautivadora, un plato delicioso, el mar, ser hijo de alguien, la belleza dolorida de África, que el mundo sea redondo, la soledad deseada, una palabra que suena bien, desayunar leyendo los dominicales, dar un paseo, los tiempos verbales, la vocación, no saber qué va a pasar cuando te despiertas, tener alma. Lo insólito es vivir.

viernes, 9 de enero de 2009

Gratitud

La gratitud silenciosa no sirve de nada (Gladys Bronwyn Stern)

En Madrid la gente no está acostumbrada a que nieve así. Por esta época suelen caer unos cuantos copos finos que enseguida pisotean los transeúntes, convirtiéndolos así en un barro gris y resbaladizo. Esto es otra cosa. Los copos caen como si formásemos parte de una tarjeta navideña o de un plató de televisión. ¡Qué bonito! Y pese al tráfico que agua la fiesta a tantos, por la calle no paro de encontrarme a adultos que esta mañana se han puesto la cara de cuando eran niños. Hasta mi gestora, a quien he ido a llevarle unos papeles hace un rato, estaba en la puerta de su oficina lanzándose bolas de nieve con su secretaria. Aquí no sabemos caminar por la nieve y vamos con cuidado, pasito a pasito, con nuestros zapatos inconvenientes y nuestra expresión de novedad incrédula. De vez en cuando se oye a alguien que se cae, las risas de sus acompañantes y la exclamación de algún viejito asustado que no sabe si resguardarse en el bar o seguir su camino.

Además, es viernes, y eso añade unas cuantas carcajadas de más a este regalo del cielo.

Qué afortunada soy. No entiendo por qué yo soy tan afortunada y otras personas tienen que vivir vidas miserables. Por qué yo estoy sana, tengo una familia que me quiere, amistades maravillosas, un techo, comida y duermo todas las noches abrazada a mi amor. Por qué si quiero un libro me lo compro y si nieva me alegro. Por qué en verano puedo arañar unos días e irme a la playa, por qué en otoño bebo café mientras miro cómo caen las hojas de los árboles. Por qué todo esto mientras al mismo tiempo, al otro lado del Mediterráneo, a uno le despiertan las bombas y las metralletas, al otro lado del Estrecho, el hambre y otras guerras, al otro lado de la calle la hostia de un marido violento… sumo y sigo.

La vida, esta casualidad azarosa que a mí me pone aquí y a ti allí. Qué pocas veces nos acordamos de sentirnos afortunadas, qué desequilibrada está la balanza de nuestras quejas y nuestras dichas. Me encantaría que todo el mundo, al despertar y ver la nieve, saliese a tirarse unas bolas con los amigos. Como esto no es posible, y hay quien tiene frío, miedo o los bolsillos vacíos, quienes sí que tenemos esa posibilidad podríamos proponernos valorarlo mucho más, dejar los mohines a un lado y emplear toda la energía que tenemos en aportar nuestro granito de arena –o nuestro copito de nieve- en cambiar un poco el mundo (o nuestro barrio, o lo que sea).

Gracias a la vida, que me ha dado tanto…

Lo que estoy viendo desde mi ventana ahora mismo

Glögg

La realidad es una ilusión que tiene lugar a causa de la falta de vino.

Hace unos años pasé las Navidades en Suecia y mis encantadores anfitriones me enseñaron a hacer la bebida invernal por excelencia que allí es tradicional: el glögg o vino caliente especiado. Si hoy, con el frío, queréis hacer un plan casero, es una buena opción sorprender con esto.

Ingredientes

1 botella de vino tinto

½  litro de vermut rojo

¼  litro de orujo

Especias: 15 clavos enteros, 2 palitos de canela

Peladura de una naranja

200g. de almendras crudas peladas y troceadas

200g. de pasas

150g. de de azúcar (blanca o moreno)

Pasos

Hervimos todos los ingredientes salvo las almendras y las pasas durante 20 minutos, removiendo de vez en cuando. Servimos y echamos en cada taza o copa un puñado de pasas y otro de almendras.

jueves, 8 de enero de 2009

Pastel de zanahoria

Mi terapeuta me ha dicho que la mejor forma de hallar la paz interior es acabar lo que uno ha empezado. Así que hoy ya he acabado con dos bolsas de m&m’s y con un pastel de chocolate. Me siento mucho mejor. (Dave Barry)

La cita de hoy es graciosa, ¿verdad?
Y es que no hay nada mejor que lo que los anglosajones llaman comfort food, algo así como “comida reconfortante”. Esos platos que te levantan el ánimo, que te hacen sentir cuidada, querido, que te regresan a la infancia o que simplemente te llenan de calor en un día invernal.
Cada cual tiene sus alimentos reconfortantes. Esa tortilla de patatas de la abuela, la paella del chiringuito del lugar de veraneo o las albóndigas que solo sabe hacer bien cierta persona.
En cuanto a mí, una sopa de fideos en un día de enero siempre me devuelve a la vida. También unos espaguetis a la boloñesa bien hechos. ¡Pues no soy yo simple ni nada!
Como mi gente sabe que me gusta cocinar para mi gente (seleccionar los ingredientes e invertir tiempo en su preparación es un gran acto de amor), ya me van pidiendo cosas que les gusta cómo hago. Un postre que tiene mucho éxito es mi versión del pastel de zanahoria. Bien fácil y que ahora os regalo para que podáis hacerlo, degustarlo o regalarlo.
Además, dentro del género de los pasteles, es de los más sanos, así que si entre los propósitos de año nuevo de alguien está el cuidarse un poco más, este postre (o desayuno, o merienda) no lo estropeará.

Ingredientes (para unas 10 porciones)
125g. de margarina 
125g. de azúcar moreno
2 huevos
2 cucharadas de miel
250g. de harina integral
1 cucharadita de levadura
1 cucharadita de canela
250g. de zanahoria rallada
50g. de nueces troceadas
50g. de pasas
1 naranja
Pasos
--Mezclad la margarina y el azúcar hasta que quede una especie de crema rugosa pero sin grumos.
--Batid los huevos y añadidlos junto con la miel. Seguid mezclándolo todo con una cuchara para que en ningún momento queden grumos.
--Incorporad progresivamente la harina, la levadura y la canela.
--Añadid la zanahoria, las nueces y las pasas.
--Cortad un trocito de piel de la naranja y metedlo entre la masa. Exprimid la naranja también sobre la masa y mezcladlo todo bien con la cuchara.
--Hornead alrededor de una hora (puede que más, dependiendo de la potencia de vuestro horno) a unos 180º. Como siempre, estará hecho cuando introduzcáis un mondadientes o el tenedor y salga limpio.

Un toque dulce…
Para los más golosos, la típica cobertura blanca de los pasteles de zanahoria, que también se puede poner de relleno, se hace como sigue:
Ingredientes
1 tarrina de queso crema (philadelphia o similar, de sabor natural, claro)
1 cucharada de leche caliente
2 ½ tazas de azúcar glas
1 cucharadita de esencia de vainilla
Pasos
Mezclad el queso con la leche. Añadid poco a poco el azúcar y la vainilla. Batir hasta que esté cremoso.

¡Disfruten, bellezas!

lunes, 5 de enero de 2009

Propósito de año nuevo


Siempre hay un momento en la infancia en que se abre la puerta y se deja pasar al futuro. (Deepak Chopra)
Este año quisiera recuperar la forma de escribir y de leer que tenía de niña, cuando desconocía la existencia de cánones y normas para pertenecer a este o aquél grupo.
Entonces, escogía un libro simplemente porque el título o la portada me atraían, porque conocía a la autora o autor y me gustaba, porque alguien me lo había regalado o porque llevaba toda la vida en casa (una casa repleta de libros en todas las habitaciones y de adultos que leían mucho, es para tomar nota si queremos que nuestros hijos lean) y de pronto mis ávidos ojos reparaban en él.
Qué delicia el olor de las hojas cuando las pasaba a toda velocidad delante de la nariz, la lectura de la contraportada y el abanico de posibilidades que esta desplegaba ante mí, el sentimiento de anticipación trepidante… Recuerdo con mucho cariño la colección de Los Cinco de Enid Blyton (Jorge, Jorge, mi heroína), los intensos libros de la sueca Maria Gripe (en especial La hija del espantapájaros), el mágico Michael Ende (aunque La historia interminable me encantaba y me sentía muy identificada con Bastian Baltasar Bux, sobre todo amaba Jim Botón y Lucas el Maquinista, basándome en el cual mi habitación se convirtió en una isla y dos de mis hermanos en mis súbditos), una versión infantil de la Biblia que mi padre me trajo de uno de sus viajes de negocios, un delicioso Quijote adaptado para niños… Recuerdo leer y leer y a mi madre instándome a que saliese a la calle a jugar un poco… Recuerdo la linterna y una cueva hecha con sábanas…
Sobre todo recuerdo ese placer inocente e inigualable. Ahora leer sigue siendo lo que más me gusta hacer en este mundo, pero es un acto que se me ha contaminado sin yo quererlo, por prejuicios ante tales o cuales autores, por las lecturas obligatorias que he de hacer por trabajo, por ese análisis académico que hago ante todo libro que compro o leo.
A la hora de escribir me pasa un poco lo mismo. Recuerdo que en los recreos mi amiga Cristina y yo llevábamos cuadernos y escribíamos lo que llamábamos “novelas”. Siempre poníamos un título con letras de colores y un dibujo en la portada. Luego el índice y ya después la historia, cuyos capítulos se titulaban de forma rimbombante y siempre culminaban en una ilustración coloreada con plastidecor o rotuladores carioca… Los personajes tenían nombres extraños como Calpurnia. Me viene a la cabeza una de mis novelas: un matrimonio tiene una hija y cuando van de excursión por el bosque la niña se cae del coche y la crían unos duendes que se la encuentran. Luego no recuerdo qué más pasaba, pero al final, obviamente, se reencontraba con sus padres. ¡Lo que daría por recuperar alguno de aquellos cuadernos!
Ahora, cuando me pongo a escribir, examino demasiado si tal o cual cosa tiene credibilidad, me fijo en el estilo, en tantas cosas que me frenan y aguan la fiesta de mi inspiración… No quiero decir con esto que no haya que revisar lo escrito, corregir y todo eso, pero de alguna manera quisiera ser tan equilibrada como cuando era niña.
Eso es, lo que me pasa es que cuando era niña era mucho más madura que ahora, en la treintena.
Mi propósito para 2009 es volver a disfrutar de la vida como lo hacía con mi bocadillo de nocilla en una mano, un libro de Barco de Vapor en la otra y toda una tarde de domingo por delante.