miércoles, 28 de octubre de 2009

Charlotte Turner

Claro que dios creó al hombre antes que a la mujer. Uno tiene que hacer un borrador antes de realizar la obra maestra. (Anónimo)

Hoy hace doscientos tres años que murió la poeta y novelista inglesa Charlotte Turner (1749-1806), quien ejerció una importante influencia en los escritores románticos (aunque apenas se la menciona cuando se estudia este periodo, menuda novedad).

Cuando tenía tan solo quince años, la autora fue obligada a casarse con Benjamin Smith, definiendo ella misma su matrimonio como “una forma legal de prostitución”. Fue maltratada por él física y psicológicamente. Este lamentable personaje con el que se había casado, hijo de un rico mercader de la India, pronto se descubrió como un estafador que acabó en la prisión de morosos –descrita en muchas novelas de Charles Dickens, pues el padre de éste fue encarcelado en la de Marshalsea-, siendo entonces cuando ella se dedicó a escribir para mantener a sus doce hijos, convirtiéndose en una de las figuras literarias más populares de la Inglaterra del siglo XVIII. Contribuyó con sus poemas al renacimiento del soneto, en desuso desde el siglo XVI, y fue muy admirada por poetas tan importantes como Wordsworth o Coleridge. También escribió novelas de estilo gótico.

Apasionada de la Revolución Francesa –aunque crítica con la virulencia de esta- y de Mary Wollstonecraft, autora de Vindicación de los derechos de la mujer, su casa llegó a convertirse en un refugio de intelectuales radicales.

Un famoso –y largo- episodio de la vida de Charlotte Turner fue un juicio que duró nada más y nada menos que treinta y seis años y en el que parece que se inspiró Charles Dickens para su novela Casa desolada. Sabiendo lo buena pieza que era su hijo, su suegro le dejó a ella una gran fortuna que la autora nunca llegó a disfrutar porque fue demandada por Benjamin Smith, su marido, quien quería quedarse el dinero de su padre. Charlotte Turner tuvo que gastarse todo lo que tenía en este juicio, que no fue visto para sentencia hasta 1813, siete años después de que ella muriese en la pobreza y con mucho miedo de acabar también en la prisión de morosos.

Stuart Currant, editor de los textos de Charlotte Turner, ha dicho de ella que es “la primera de todos los poetas ingleses que, en retrospectiva, puede considerarse romántica”. A mediados del siglo XIX, Charlotte Turner empezó a ser olvidada. Afortunadamente, desde finales del siglo XX sus textos vuelven a estar al alcance de todo el mundo gracias a las reediciones promovidas por académicas interesadas en la historia de las mujeres, la novela gótica y social y los estudios postcoloniales.

Con esta pincelada a lo mejor se despierta también el interés de otras personas que aún no conocían a esta prolífica e importante autora.

sábado, 24 de octubre de 2009

Lo que ha pasado hoy

El único signo de superioridad que conozco es la bondad (Beethoven)

Hoy a mi bruja le han hecho la primera parte de la in vitro, es decir, después de un periodo de hormonación (la pobre se ha tenido que pinchar todos los días), le han extraído los ovocitos mediante punción para fecundarlos en el laboratorio y volvérselos a transferir cuando sea el momento (en dos o tres días). Para más información acerca de la fecundación in vitro, podéis leer esto. Es la técnica reproductiva estrella, a la cual hemos recurrido tras cinco intentos de inseminación artificial con resultado negativo. No queríamos llegar a este punto, pues el proceso de maternidad se medicaliza demasiado, pero nuestro deseo es tan grande que ha podido con todo, incluso con el desánimo y la congoja que entran a veces por llevar intentando durante ya un año lo que para otra gente es tan sencillo.

El hospital privado donde le han hecho la extracción de ovocitos, una intervención sencilla para lo cual, no obstante, ha recibido sedación profunda, pertenece a la clínica de reproducción asistida donde estamos recibiendo el tratamiento desde el primer momento. En esta clínica todo el mundo nos trata con cordialidad, como debe ser, y nuestra doctora es realmente encantadora. En el hospital, en cambio, el trato recibido hoy me ha dejado bastante triste. A lo mejor os parece una tontería, pero yo, hipersensible como soy a veces, lo que peor llevo es que me hablen mal y que me discriminen. Buf, es que me quedo varios días con un nudo en la garganta… la gente me ve muy combativa y muy activista, pero quien me conoce de verdad sabe que tras la fachada reivindicativa hay una llorona que no entiende por qué no siempre sale amor del amor y por qué a la gente se le olvida respetar o cuidar, cuando el respeto y el cuidado deberían regir nuestras vidas.

Los padres de mi bruja nos llevan al hospital porque yo no conduzco y ella no puede hacerlo tras la intervención, pues estará dolorida y sedada. Mi niña entra en quirófano y yo la miro alejarse, tan valiente ella, y le juro una vez más para mis adentros amor eterno. Me quedo en la sala de espera con mis suegros y una decena de personas más. Es en estos lugares donde tengo la ocasión de hojear el ¡Hola! y reforzar mi fervoroso republicanismo, pero esta vez lo único que puedo hacer es morderme las uñas e intentar responder coherentemente a la conversación de mis acompañantes.

Al cabo de media hora, la puerta del quirófano se abre y una enfermera dice con una voz potente:

--¿EL MARIDO DE BRUJA?

Yo me levanto y digo con una sonrisa, pero con firmeza:

--Soy yo. Soy su mujer

Todo el mundo en la sala de espera nos observa y yo me pongo como un tomate, pero ella parece no haberme comprendido, porque me mira y vuelve a decir:

--¿EL MARIDO DE BRUJA?

--Soy YO. Su MUJER. –insisto, ahora sin la sonrisa y con más firmeza mientras me acerco a la puerta del quirófano.

La enfermera vuelve a mirarme.

--Espere aquí –me dice, sin por favor ni nada. Y me cierra la puerta en las narices.

Pasan cinco minutos, diez, quince… ¿Qué ocurre? No puedo entenderlo. Sale otra enfermera distinta del quirófano y digo:

--Perdone, es que han llamado al "marido" de Bruja, les he dicho que soy yo, que soy su mujer, y ya no sé nada más… ¿ella está bien?

--Ah, claro –me responde con una risita-. Es que esperábamos a un marido, perdona… Si ella ya lleva un rato lista para irse, está esperando a que alguien la recoja.

Me hace pasar. Detrás de la puerta del quirófano hay un descansillo con un cuarto de baño y otra puerta abatible. La enfermera la cruza tras pedirme que aguarde allí mismo, que va a decirle a mi bruja que ya estoy allí. Yo me quedo pensando: ¿cómo que ya estoy aquí? Siempre he estado aquí. Y además, ¿por qué demonios asumen que mi bruja va a tener un marido, si deben tener un porcentaje bastante alto de pacientes lesbianas? Alucino…

Pasan cinco minutos, diez, quince… No entiendo nada. Sale la primera enfermera, la que vociferaba preguntando por el marido de mi bruja. Le explico la situación y me mira como si estuviera loca.

--¿Bruja? ¡Pero si se ha ido hace media hora! Se ha cambiado en este cuarto de baño, ¿es que no la has visto pasar?

Le aseguro que no ha podido pasar por allí, que ni sus padres ni yo nos hemos movido. La enfermera, erre que erre, como si yo no estuviera en mis cabales. Le ruego que vaya a mirar al quirófano y me jura y perjura que allí no está, que ella misma le ha hecho la cama cuando se ha marchado.

--¡Pero cómo no la has visto, si se ha cambiado en este mismo baño! -me repite.

¿Habré perdido la cabeza?, me pregunto. Me asomo a preguntarles a mis suegros si la han visto. Claro que no, me responden. Y se acercan preocupados. La enfermera, a quien no le da la gana mirar otra vez en el quirófano, nos dice que se habrá ido a la cafetería a desayunar, que hay una salida por el otro lado del quirófano, que será por allí por donde se habrá marchado. Yo le intento explicar que es completamente impropio de mi bruja irse a desayunar tan campante, o a cualquier otro lado, sin avisar a sus padres ni a su mujer, que la han acompañado al hospital y la esperan ansiosos.

Llega la segunda enfermera y se dirige a mí:

--¿Tu hermana lleva un pañuelo negro al cuello?

La miro con incredulidad. ¿Pero no le he dicho antes que soy su mujer?

--No es mi hermana –le digo-. Estamos casadas.

Se encoge de hombros, como diciendo que tampoco es para que me ponga así.

--Bueno, ¿lleva un pañuelo o no?

--No sé –respondo. Estoy tan nerviosa que no me acuerdo ni de cómo iba vestida ni de nada más.

Empiezo a preguntarme si la sedación habrá afectado a mi bruja y andará deambulando por ahí, enajenada. También barajo la posibilidad de que se haya desmayado por algún rincón. Por la cara de sus padres, me doy cuenta de que ellos están pensando las mismas cosas, o algo peor.

Nos recorremos todo el hospital, vamos a la cafetería, salimos a la calle, al coche… ni rastro de mi bruja.

Desesperada, decido ir a la clínica donde nos tratan normalmente, que está enfrente del hospital. Es mi último recurso antes de llamar a la policía –para contarles, ¿qué?-, tal vez la hayan mandado allí a recoger algunos papeles, no sé, no se me ocurre otra explicación… Le digo a mis suegros que me esperen en la puerta del hospital. Justo cuando voy a cruzar la calle, la madre de mi bruja me grita:

--¡Hester! ¡Está aquí!

Mi bruja está saliendo del hospital con expresión confusa. Yo me vuelvo y no puedo evitar ponerme a llorar.

--¿Pero dónde estabas? –le preguntamos los tres a la vez. Yo entre hipidos.

Ella titubea. Aún está algo sedada y dolorida, como es normal.

--En el quirófano, en la camilla, ¿por qué? ¿Y qué hacéis que no estáis en la sala de espera?

Efectivamente, mi bruja no se había movido de allí y esas malnacidas, que probablemente la confundían con otra paciente cuando insistían en que se había marchado, ni se dignaron a comprobarlo, pese a que yo les repetí varias veces su nombre y sus apellidos.

Mi suegro bajó a regañarlas, pero claro, no mucho, porque todavía tienen que tratar a mi bruja en otras ocasiones y no queremos que le cojan manía… el mismo rollo de siempre… joder, todo el mundo se puede equivocar, por supuesto, pero ¡no dar su brazo a torcer! ¡esa inflexibilidad! ¿Y qué me decís de la insistencia con lo del "marido" y la "hermana", pero de qué van?

Todo ha pasado, pero qué queréis que os diga, a mí no se me quita el mal cuerpo. ¿Exagero al sentirme así?

¡Si nos hubieran atendido ellas, seguro que esto no hubiera pasado!

miércoles, 21 de octubre de 2009

Mi opinión sobre los lectores de e-books

Un libro es un jardín de bolsillo (proverbio chino)

En algún momento tenía que pronunciarme acerca del lector de e-books. Las reacciones de mucha gente suelen ser de la índole de ¡genial, qué ecológico, qué transportable, qué cómodo! o bien del tipo de ¡horror de los horrores, desaparecerán los libros, yo me niego a utilizar uno!

En mi opinión, ni una cosa ni la otra.

Yo tengo un e-book desde hace más o menos un año. Lo compré a través de e-bay en un momento en que tenía algunos ahorrillos para invertir en una herramienta que es al mismo tiempo de placer y de trabajo. Lo primero, porque si de pronto tengo unas ganas tremendas de leer un libro y no puedo ni esperar a que me llegue por correo –dulce espera, por cierto, que en muchas otras ocasiones no deseo negarme-, entro en una tienda de e-books y en unos segundos lo tengo entre mis manos. Lo segundo, porque una parte de mi trabajo es ser lectora editorial, por lo que las editoriales me suelen enviar libros en formato pdf que puedo meter en mi lector de e-books y leer en el metro, por ejemplo.

Por el momento hay poca oferta de e-books en castellano, pero esto, ahora que está llegando el aparatito a todas las tiendas, va a cambiar de un día para otro.

No voy a decir la marca de mi e-book porque no me apetece hacerles propaganda a las multinacionales, pero lo que sí que quiero aclarar es que no es el kindle de Amazon, que desde hace unos días se vende a nivel internacional de una forma un tanto engañosa, pues en la web cuesta encontrar la letra pequeña que dice que los precios de los libros electrónicos son bastante más caros cuando te los descargas fuera de Estados Unidos, cosa que no ocurre con otros lectores. La ventaja del kindle es que te los descargas desde todas partes con un sistema wi-fi que va incluido en el precio del libro (por eso cuestan más dinero en el extranjero). La ventaja de los demás lectores es que, al descargarte los libros vía usb, pagas lo mismo estés donde estés.

El motivo por el que no me gusta el kindle es porque solo puedes comprarte e-books de Amazon, pues admite pocos formatos más. A pesar de que la web de Amazon asegure que hay miles y miles de libros en formato kindle, hay muchos otros que no están, así que pensáoslo bien antes de compraros un kindle.

Mi lector de e-books admite gran diversidad de formatos, por lo que puedo comprar e-books en su propia tienda o en muchas otras (así como hacerme con ellos de forma piratesca).

No obstante, tampoco están todos los que son, es decir, no puedes encontrar cualquier libro en formato electrónico, que nadie os diga lo contrario. Tal vez esto en un futuro cambie, pero por ahora esto es lo que hay.

Desde el primer momento, mi experiencia leyendo libros electrónicos ha sido insulsa. No es lo mismo pasar páginas con un botón que con el dedo. Se pierde la personalidad de cada volumen, su olor, su tacto, la posibilidad de volver hacia adelante o hacia atrás con comodidad (sin necesidad de tanto clic, clic, clic), de releer la contraportada o la solapa con la breve biografía del autor cuando nos da el punto, de volver a contemplar la portada con tan solo un gesto cuando entendemos un poquito más de qué va la cosa.

Por otra parte, no hay lectores de e-books perfectos. Si el libro contiene ilustraciones, árboles genealógicos o mapas, estos no se ven adecuadamente (los libros infantiles son un desastre). Pocos de ellos pueden mostrar colores (¿que sería de La Historia Interminable sin los párrafos verdes y los rojos?) y en muchas ocasiones las páginas se descolocan y no coinciden con el número que sale en el índice. La tinta electrónica es algo desvaída, carece del color contundente de una página impresa.

La propaganda de los lectores de e-books siempre anuncia con emoción que en el aparato pueden almacenarse miles de libros, pero, ¿quién necesita estar en posesión de tantos? No hay tiempo para leerlos todos. Pongamos que una persona tiene la suerte de vivir 90 años. Aprende a leer a los 5 y, exagerando, durante toda su vida lee un libro al mes. Si multiplicamos 12 meses por 85 años, el resultado son 1020 libros, así que es realmente absurdo poder almacenar, por ejemplo, 2.000. Sí, varias personas pueden compartir un mismo aparato, pero entonces, ¡nunca podrán leer al mismo tiempo!

Otra cosa es que se trate de alguien que esté haciendo una investigación y necesite manejar un montón de textos. Si tiene la suerte de encontrarlos todos en formato electrónico, se ahorrará un montón de espacio y podrá tener todos los libros a su alcance sin que resulte aparatoso.

Por otra parte, la gente dice que los e-books son ecológicos porque no se gasta papel, pero se necesita recargarlos y ello resulta en un gasto energético, mientras que los libros de papel, una vez producidos, no consumen más energía. Además, nunca te dejarán en la estacada porque se les ha acabado la batería, por mucho que la de los lectores electrónicos dure un montón.

En cuanto a las ventajas, la letra se puede hacer más grande, cosa fantástica para quien tenga problemas de vista, y muchos de ellos incluyen voz –una voz bastante sosa y que a veces no lee bien las palabras, pero algo es algo- para quien la necesite. La fácil portabilidad es indiscutible, no solo para ir leyendo al trabajo cada día, sino, por ejemplo, si te vas de viaje un tiempo largo y quieres llevarte unos cuantos libros pero tienes problemas de espacio o de peso en el equipaje. Además, algunos de ellos tienen backlight, es decir, una luz que te permite leer en la oscuridad.

Hay cuatro usos para el lector de e-books que encuentro geniales. El primero y más importante, para los libros de texto. Los chavales podrían llevar los libros de texto de todo el curso almacenados en su e-book. Esto ahorraría costes a las familias y a ellos un montón de problemas de espalda. Además, los libros de texto no se vuelven a mirar una vez acaba el curso, por lo que a los únicos que les interesa que sigan existiendo es a las editoriales que los producen y que a buen seguro que se resistirán a la idea de digitalizarlos.

El segundo uso interesante es a nivel laboral. Para todos los manuales internos de una empresa, guías, informes, material para reuniones, etc. Se pueden transportar en los viajes, llevar a las reuniones y, en fin, dejar de machacar la fotocopiadora y la impresora.

El tercer uso es el de las revistas y periódicos. Muchas de estas publicaciones son efímeras y solemos deshacernos de ellas en cuanto las hemos leído, entonces, ¿por qué no ahorrarnos el papel en estos casos?

Por último, los libros raros o que no se venden y cuyas ediciones ahora mismo son prácticamente imposibles de encontrar no desaparecerán en un futuro, porque seguir editándolos no supondrá ningún coste si se hace de forma digital.

Si los e-books triunfan, el proceso de lectura va a cambiar mucho. Los autores tendrán una relación mucho más estrecha con sus lectores, pues podrán recibir feedback a tiempo real, corregir erratas e incluso cambiar partes de su historia si lo consideran necesario. Teniendo en cuenta que en un futuro todos los lectores tendrán wi-fi, estas cosas podrán cambiar al momento en los aparatos de todos los usuarios. Además, puesto que el coste de publicar tiene que ver con las imprentas sobre todo, al no intervenir estas habrá muchos más autores que tengan la posibilidad de hacerlo. Habrá, en fin, más libros malos, pero también más variedad para quien sepa elegir. Gracias al hipertexto, la lectura será mucho más activa y se podrán vincular referencias extensas a las palabras que lo necesiten.

Sinceramente, creo que quienes amamos los libros seguiremos comprándolos de papel, pero también opino que las dos cosas pueden convivir en paz. Mucho me temo que el lector de e-books será el regalo de estas Navidades, tan solo espero que la venta de libros no descienda mucho, pues de su existencia dependemos mucho más de lo que pensamos. Un alma sin comida es un alma enferma. Por tanto, estas Navidades, os lo ruego, regalad muchos libros de papel.

lunes, 19 de octubre de 2009

Sabina Editorial

Encuentro que la televisión es realmente educativa. Cada vez que alguien la enciende me marcho a otra habitación y me pongo a leer un libro (Groucho Marx)

Cualquiera que diga que solo se vive una vez, no ha abierto un libro en su vida. Es por ello que uno de los acontecimientos que me devuelven la fe en la humanidad es el nacimiento de una nueva editorial, porque para mí es como decir que acaban de inventar una vacuna importantísima para una enfermedad gravísima.

Si esa editorial, además de un negocio, es un acto de amor y revolución, el regocijo se multiplica por mil millones. Y es que la apuesta de Milagros, Tania, Ana y Edurne es sin duda la de unas mujeres que creen que la literatura es respirar, que la literatura es redimir.

Sabina Editorial dio sus primeros pasos en abril de 2008 y, un año y medio después, puede enorgullecerse de haber dado a luz unos libros originales, bellos y cuidados. Sin duda, una alternativa a las multinacionales de los libros que tantas veces producen best-sellers que hacen mucho ruido cuando estallan pero que luego no dejan tras de sí ni siquiera una polvareda.

Entre las colecciones de Sabina Editorial está Luzazul, que tiene el mérito de conseguir obras universales, en el sentido de que pueden disfrutarse tanto por niñas y niños como por mujeres y hombres, sin dejarse “clasificar por la edad cuando eligen un libro”.

Por ejemplo, la joya Escúchame el corazón (Ascolta il mio cuore) de la conocida autora infantil italiana Bianca Pitzorno, que narra el año escolar de Prisca, sin duda mi heroína desde que leí esta magnífica traducción de María-Milagros Rivera Garretas.

Por ejemplo, los hermosos cuentos de Clarice Lispector en cariñosas ediciones cuya presentación e ilustraciones los convierten en obras de arte de papel: Cómo nacieron las estrellas, ilustrado por Inés Burgos, La vida íntima de Laura, ilustrado por Nati Rodríguez, La mujer que mató a los peces y Casi de verdad, ilustrados por Sandra Aguilar y El misterio del conejo que sabía pensar, ilustrado por Susana Miranda. Todos ellos están traducidos por Elena Losada.

Otra colección de Sabina Editorial es Perla y Amatista, en la que encontraremos poemarios como una antología de Juana Castro, Vulva dorada y lotos. Un título sugerente, ¿verdad?

Asimismo, la colección Leer deseos, de libros de educación se define como “libros para aprender y enseñar a leer deseos”, cosa que creo que a muchas personas nos viene que ni pintado. Por otra parte, también están las Lecturas que curan. Vamos, que a mí me van a tener ocupada y deleitada durante las mejores horas de mis días.

¿Os fiáis de mis recomendaciones literarias? A estas alturas creo que sí, ¿verdad? Pues entonces no lo dudéis y haceos con unos cuantos libros de esta editorial tan valiente, Sabina. Pedidlos en vuestra librería o biblioteca si no los encontráis, compradlos a través de la web, recomendadlos a toda vuestra gente... hay que apoyar a quienes siguen creyendo que la literatura es un arma cargada de futuro, ¿no os parece?

Estoy completamente segura de que una vez en vuestras manos, se convertirán en los niños mimados de vuestras estanterías.

El hombre que se enamoró de la luna

Aparentemente puede no parecer algo peligroso o atrevido, pero lo es. Cuando las palabras que uno cree verdaderas sobre sí mismo finalmente se escriben, consiguen un poder que ya no controla exclusivamente el escritor. Estas palabras dejan ver a todo el que las lee el corazón desnudo del escritor, se convierten en entidades separadas, un documento inacabado sobre quién las escribe. (Tom Spanbauer)

En el club de lectura, este mes hemos leído El hombre que se enamoró de la luna (The Man Who Fell In Love With the Moon), psicodélica novela escrita por Tom Spanbauer, autor estadounidense y uno de los máximos exponentes de lo que se ha venido a llamar escritura peligrosa, técnica literaria basada en la filosofía minimalista de Gordon Lish que consiste en escribir acerca de los temas que más miedo o vergüenza dan al escritor con el fin de explorarlos y expresarlos de la forma más sincera posible. Muchas de las obras que emplean la escritura peligrosa están en primera persona y versan sobre tabúes culturales como, por ejemplo en El hombre que se enamoró de la luna, el incesto, el sexo brutal, el racismo, la religión o la violencia. Tal vez os suene Chuck Palahniuk, pues hoy en día es uno de los escritores más famosos que emplean la técnica de la escritura peligrosa.

Volviendo a la novela de Spanbauer que hemos leído para el club de lectura, narra la historia de Cobertizo, un viejo travesti alcohólico que rememora su vida. Cobertizo se cría en un burdel donde va conociendo a los personajes más variopintos. Decidido a encontrar sus orígenes, inicia un viaje espiritual, físico y sexual que le llevará por los caminos más oscuros de la violencia y del deseo. No quiero contar mucho más por varios motivos: primero, porque es una novela bastante difícil de resumir y segundo, porque es de estos textos que, si no los experimentas por ti misma, es que ni te los crees.

Podría decirse que El hombre que se enamoró de la luna es una vuelta de tuerca al realismo mágico, algo así como si Orgullo y prejuicio de Jane Austen de repente se llenase de zombies… Un momento, pero si ha ocurrido… ¿No me creéis? Haced clic aquí (por cierto, que esta deconstrucción austeniana sale justo hoy a la venta en España en la editorial Umbriel, que ya nos regala el primer capítulo a modo de degustación).

El hombre que se enamoró de la luna es un texto que a veces resulta largo y difícil de entender, pero que en otros momentos fascina y enamora. Se comentó en la velada del club (vale, lo comentó mi bruja, ¡es que es tan lista, mi niña!) que llegaba a ser hasta lorquiano.

Una puede leer entre líneas la preocupación central del autor, que es el lenguaje. Cobertizo siempre está a vueltas con las palabras. Las deletrea, las define, las acaricia, las reinventa, las inventa, las hace suyas, las traduce, hace el amor con ellas.

Por otra parte, podría decirse que es un libro escrito a destiempo, en el sentido de que se publicó a principios de los noventa, cuando tanto preocupaba el SIDA, la violencia, las violaciones, la pedofilia o la prostitución. Si hubiera salido en los sesenta, podría entenderse como el producto lógico de una época.

No obstante, del libro se pueden extraer muchos mensajes positivos, como el de la familia como un ente basado en el amor y no en la biología.

Si hay alguna forma de definir la novela de Spanbauer, yo utilizaría la palabra queer. La teoría queer cuestiona el discurso heteronormativo que dicta que la heterosexualidad es lo natural y que el mundo está formado por parejas de opuestos, una positiva y otra, por tanto, negativa (hetero/homo, blanco/negro, hombre/mujer, sano/enfermo…). En El hombre que se enamoró de la luna lo natural es la sexualidad, da igual de que tipo, pero es tan necesaria como respirar. No hay parejas de opuestos sino que hay más de dos géneros y más de dos formas de mirar las cosas. Lo binario, en la vida de Cobertizo, es inexistente. Los personajes de este libro se salen, pues, de todo heterocentrismo y se convierten en eso que la filósofa Beatriz Preciado denomina cuerpos parlantes.

El hombre que se enamoró de la luna da mucho juego, mucho que hablar, tiene en sus paginas mucho que amar y mucho que odiar, es, en fin, una obra que no deja indiferente. A Spanbauer se le podría aplicar esa bella frase que la escritora canadiense Nicole Brossard dijo sobre las lesbianas, que “una lesbiana que no reinventa la palabra es una lesbiana en proceso de desaparecer”.

Desde luego, nadie puede acusar a Tom Spanbauer de no haber reinventado la palabra.

domingo, 18 de octubre de 2009

Manzanas asadas

Incluso si supiera que mañana se acaba el mundo, seguiría plantando hoy mi manzano (Martín Lutero)

Llega el otoño y con esta bonita estación los platos más hogareños y reconfortantes, entre ellos algunos postres cuya receta ya os he dado en otra ocasión, como el pastel de zanahoria o la tarta de pacana, y otro muchísimo más fácil de hacer y que a buen seguro muchas de vosotras ya conocéis: las manzanas asadas.

Las manzanas asadas están deliciosas tal cual, después de comer o cenar y también para merendar. Asimismo, pueden acompañarse de queso fresco, de bizcocho o de helado de vainilla. También hay quien las riega con sirope. En fin, que podéis dejar volar vuestra imaginación, dependiendo del hambre que tengáis o del aporte calórico que queráis otorgarles.

Mi receta es muy baja en esto último, pues he sustituido la mantequilla del relleno por otros ingredientes, pero si os gusta el sabor de esta, no dudéis en ponerle un poquito dentro, también resultan deliciosas. Yo no las he rellenado con ningún ingrediente sólido, pero están buenísimas si además de lo que yo les pongo les introducís, antes de meterlas en el horno, nueces, pasas, cereales, o lo que os apetezca. Así que, ya sabéis, como las hago yo están para chuparse los dedos, pero vuestro toque personal nunca está de más.

Ingredientes (para 4 manzanas):

4 manzanas (de cualquier tipo, dependiendo de si os gustan más ácidas o más dulces, rojas, verdes, amarillas…)

4 cucharaditas de azúcar moreno

4 palitos de canela

4 chorritos de vino dulce (yo he utilizado Pedro Ximenez, regalo de mis primos políticos, Merche y Sergio, ¡qué bueno, chicos, muchas gracias!).

Azúcar glasé para espolvorear

Pasos:

-Lavad las manzanas y quitadles el corazón. Para ello, yo me he hecho con un descorazonador de manzanas (es un nombre muy triste para un utensilio, pero me resulta utilísimo para todo: fruta, tomates…), pero si no, utilizad un cuchillo, claro. No lleguéis hasta el fondo porque si no, se saldrá el relleno por debajo.

-Colocadlas en la bandeja del horno y rellenar con el azúcar moreno y el vino dulce. Después, introducidles el palito de canela.

-Horneadlas a 200º durante una media hora. Espolvoreadlas con el azúcar glasé durante los últimos cinco minutos.

Antes de comerlas, esperad a que se enfríen. Si sobra alguna, guardadla en la nevera.

Por cierto, yo aún no lo he probado, pero el otro día me contaron que si descorazonas y rellenas unas manzanas, las envuelves en papel de plata y las guardas en el congelador, cuando las sacas y las descongelas, quedan como manzanas asadas sin que haya sido necesario hornearlas. Si es cierto, resulta una idea estupenda, pues puedes hacer un montón, congelarlas y sacarlas cuando te apetezca una. Si alguien lo prueba antes que yo, que me cuente.

¡Feliz otoño!

martes, 13 de octubre de 2009

Deseadme suerte...

Se trataba de uno de esos perfectos días otoñales que suceden con más frecuencia en el recuerdo que en la vida real (P.D. James)

Las hojas de los árboles pronto serán alcanzables y estarán crujientes, los dedos ya empiezan a oler a mandarina, las fruterías venden calabazas con malévolas sonrisas, los días de playa son una carpeta virtual llena de fotos que nunca revelaremos, tráfico, vaho, encuentros en las cafeterías, sol de Madrid, planes, indignación, apuntes universitarios, pavo relleno, trabajo, niños de la mano, cerveza, Facebook, conciertos, montañas de libros, mi amor y otras conversaciones susurradas, paseos con la nariz roja, una mesa llena de comida y de personas queridas, la crisis, los planes, la corrupción, los abrazos, el carro de la compra, los premios Nobel, los vampiros adolescentes, paseos entre castaños y sobre todo esperanza, este otoño más esperanza que nunca, este otoño cruzando los dedos para que lo logremos por fin y porque es imposible no hacerlo, este otoño, ojalá, empezar a esperarte por fin…

jueves, 8 de octubre de 2009

Álbum de boda

El matrimonio es una barca que lleva a dos personas por un mar tormentoso (Tolstói)

Prometí que cuando tuviese las fotos de nuestra maravillosa boda iba a compartir algunas con quienes leéis La Letra Escarlata, así que aquí las tenéis. ¡Espero que os gusten! Mi bruja y yo la verdad es que estamos encantadas con la fotógrafa. Muchas gracias por tu profesionalidad, amiga. Y también a mi hermana Leli por “regalárnosla”.

Aquí me ponían guapa...


No puedo evitar mostraros a nuestros padres y nuestras madres, emocionados en la boda de sus hijas...
Preciosos ramos, regalo de nuestra amiga Marta y que a su vez regalamos nosotras a nuestras madres al final de la ceremonia...
El momento que todos ustedes estaban esperando... ¡Sí, quiero!
La más peque de la boda nació en una familia que celebra todos los amores...
...absolutamente todos...
... sobre todo los que hacen volar...
Tiempo de relax.
Las esposas pasean.
Hubo hasta una piñata para los locos bajitos...
... y un hambre atroz cuando ya llevábamos horas de baile, piscina, charla, etc., y la barbacoa del mediodía se nos antojaba muy lejana.

jueves, 1 de octubre de 2009

Polanski no me da ninguna pena

Un dato curioso, y que parece repetirse en otros países, es que mientras las élites culturales, políticas e intelectuales sostienen sin fisuras al cineasta, la opinión pública en general parece aprobar el arresto. (El País)
¿A qué viene tanto apoyar a Polanski, culturetas hipócritas? Woody Allen, David Lynch, Costa Gavras, Alfonso Cuarón, Wim Wenders, Monica Bellucci, Milan Kundera, Isabel Adjani… ¡incluso Whoopi Goldberg (gran sorpresa a causa de su actitud feminista ante otras cosas), que ha dicho que lo que el cineasta hizo no fue una violación-violación! Chica, explícate, porque no te entiendo. La víctima estaba drogada y dijo en el juicio que no dejó de decir NO en todo momento, así que incluso si Polanski no sabía que era menor de edad (cosa difícil de creer), a mí me suena a violación, ¿qué me decís?
Roman Polanski no ha pisado Estados Unidos desde que fue condenado allí en 1977 por abusar sexualmente de una niña de trece años tras drogarla, delito que en su momento admitió. Huyó del país cuando comprobó que la cosa se ponía fea. Ya hace más de tres décadas de ello. ¿Qué pasa, que él sí que se puede ir de rositas por ser rico, por ser un famoso de la jet set que se pasa la vida esquiando y posee varias mansiones? Pues no, ya dice el refranero popular que a todo cerdo le llega su san Martín, ¿no? Han tardado, pero afortunadamente, existe un Estado de Derecho que hay que respetar, y el tener jacuzzi en todas las habitaciones de tu casa o ser amigo de todos los macho man del séptimo arte no te exime de ello.
¿Que por qué tanta gente le apoya? Unos dicen, como Debra Tate (hermana de la mujer fallecida de Polanski, la actriz Sharon Tate), que porque es brillante. Bueno, sí, tiene películas muy buenas, ¿y qué? Otros, porque ha tenido una vida muy dura (entre otras cosas, Sharon Tate fue cruelmente asesinada cuando estaba embarazada de ocho meses por la secta de Charles Manson), pero muchos otros criminales también, lo cual no significa que no haya que condenarles, ¿verdad?... Hay quien utiliza la excusa de que su víctima dice que ya le "ha perdonado". Claro, como muchas víctimas de violación, la mujer no quiere revivir esos dolorosos momentos por el bien de sus familiares y el suyo propio. Yo lo entiendo y lo siento por ella, tiene que ser horrible recordar esa época de tu vida, pero no juzgar a Polanski significa que en este caso la justicia ha sido denegada y que damos vía libre a todos los poderosos para que abusen de niñitas, total...
Polanski tendrá que ser juzgado y cumplir con lo que se lo imponga como todo violador o acosador sexual. Si huyó entonces de la ley, ahora le toca dar la cara, pero bueno, qué se ha creído.
En lo que respecta a los demás, tenemos que asumir que los grandes artistas también son capaces de cometer los crímenes más atroces. Eso no significa que no podamos volver a ver La semilla del diablo, sino que no por haber dirigido La semilla del diablo tienes carta blanca para ser un violador.

Aspecto de Roman Polanski al poco de abusar de una niña y huir de Estados Unidos

¡No me centrifuga!

¿Ama de casa? No, prefiero definirme como una diosa doméstica (Roseanne Barr)

Descubrimiento del día: ¡no sé planchar! Hasta ahora nunca lo había necesitado…

No, no es que lo haga alguien por mí, es que jamás me compro algo que necesite planchado y además, un secreto que tenemos las gordas es que estiramos la ropa cuando nos la ponemos y así vamos tan divinas sin una sola arruga en la ropa.

Me he acordado de mi infancia. Mi madre se ponía en la cocina a planchar un rascacielos de ropa al son de Radio Olé, haciendo mmmmm cuando le gustaba una canción (sobre todo si las intérpretes eran Rocío Jurado o Isabel Pantoja). Previamente había extendido una manta en el suelo, a una distancia prudencial de la plancha, sobre la cual esparcía nuestros juguetes favoritos, y allí nos depositaba a mi hermana pequeña y a mí, ante sus vigilantes ojos y su tatarear reconfortante.

Mi madre planchaba –y plancha- hasta las bragas. Por delante, por detrás, las doblaba y otra vez por encima, hasta que quedaban completamente plegadas y calentitas. ¡Qué gusto daba ponértelas en invierno, directamente del cesto!

Como tantas otras cosas añoradas de mi infancia, esos cálidos momentos desaparecieron con ella y llegó la época del piso de veinteañera con un patio interior que impregnaba en la ropa el inconfundible aroma a cocido de la vecina del primero.

Pero claro, ahora llega nuestra yanqui y la pobre qué culpa tiene de que mi bruja y yo pasemos de ese aparatito vaporoso y doméstico… A nosotras nos pagan por tenerla bien alimentada y vestida, así que nos hemos hecho con una plancha… y allá que voy yo hoy tan dispuesta… ¡Pero madre mía! ¿Cómo es posible que sea tan difícil? ¡No me ha salido ni lo de las bragas!

Y para colmo, las primeras prendas que le lavamos a la pobre yanqui han salido desteñidas… no soy tan desastre, os lo prometo, todo tiene una explicación: resulta que se nos rompió la lavadora justo el día que ella llegaba. Nos trajeron una nueva y la primera vez que la ponemos se oye un golpe tremendo y se detiene para siempre jamás: el motor venía con un defecto de serie. La ropa salió hecha una pena. Hay que esperar una semana a que nos traigan un motor nuevo…

Menos mal que la yanqui es un cielo y no se queja de nada. La tenemos fascinada porque creía que la familia que le iba a tocar era tradicional y católica y resulta que le han puesto con dos lesbianas madrileñas que ya se la han llevado por ahí a tomar cañas y que tienen muchos amigos con pinta de progres.

No nos ha salido bollo, pero bueno, nadie es perfecto…

Dadle un respiro, que ahora lleva su camiseta blanca muy arrugada y con un sospechoso tono rosado cuando le da el sol… menos mal que hoy ha llovido y no se ha dado cuenta…

(Por cierto, esposa mía, ¿tú sabes planchar? Creo que va a haber que hacer una nueva repartición de tareas...)