Para mí, la cuestión más difícil es comprender el significado y las consecuencias –tanto personales como políticas- de mis acciones. Si me hago un lifting o enderezo mi nariz judía, ¿a qué normas estoy sirviendo? ¿Cómo afectan estas acciones a la concepción que tengo de mí misma? ¿Qué valores transmito a aquellas personas a quienes guío? ¿Cómo contribuyo a aportar mi granito de arena a la cultura del futuro? (
Susan Bordo, la traducción es mía)
Tengo muchas ganas de ver
Precious. Se trata de una película dirigida por
Lee Daniels y basada en una novela, que también quiero leer, titulada
Push y escrita por
Sapphire, autora y lesboactivista afroamericana.
Precious, con un reparto eminentemente femenino y algunas apariciones masculinas como la de
Lenny Kravitz, es una película feminista que trata de la vida de Precious, una adolescente gorda e iletrada que vive con su torturadora madre en
Harlem. La existencia de Precious es terrible: violada repetidamente por su padre, da a luz a un niño con
síndrome de Down y está esperando otro, por lo que es expulsada del instituto. Será en el nuevo centro a donde acuda y con la ayuda de una profesora y de otra gente que se encuentra por el camino, donde Precious aprenderá a leer y a salir de su infierno.
No sé a vosotras, pero a mí esta desgarradora historia se me antoja una nueva versión de
El color púrpura, novela de
Alice Walker que tiene como protagonista a la tierna Celie, también analfabeta y violada por su padre, de quien queda embarazada. Probablemente Sapphire se inspiró de forma consciente en Walker, maestra de tantas.

La actriz que encarna a la madre de Precious se llama
Mo’Nique, que además de dedicarse al cine es activista contra la gordofobia y muchas otras cosas. Produjo el concurso de modelos de tallas grandes
Mo’Nique’s Fat Chance y dirigió el documental
I Coulda Been Your Cellmate, sobre mujeres encarceladas. En cuanto a su trayectoria como intérprete, tuvo un papel en la serie
Ugly Betty (mi versión favorita de todas las se han inspirado en la venezolana
Inés Duarte, secretaria, sin duda) y en la película
Phat Girlz, también muy centrada en la gordofobia (ya se sabe que a las actrices gordas pocas veces les dan papeles que no tengan que ver con su cuerpo, pero en este caso Mo’Nique convierte lo que quieren que sea una limitación en una forma de militar por un mundo mejor), además de haber hecho varias otras películas.
Esta mañana
he leído en el periódico que Mo’Nique ha dejado “pasmados a los fotógrafos con sus piernas sin depilar”. En los
Globos de Oro (ceremonia en la que arrebató el premio a la mejor actriz de reparto a la mismísima
Penélope Cruz), esta admirable mujer se levantó la falda y dejó que todos los fotógrafos retratasen sus piernas peludas, en un acto reivindicativo que por supuesto despertará un montón de críticas y que yo aplaudo y admiro. Cuando los fotógrafos la miraron estupefactos, ella se limitó a echarse a reír.
Desde siempre he tenido esta conversación con mujeres en incontables ocasiones: no nos depilamos porque nos gusta el cuerpo sin pelos, sino porque nuestra cultura machista nos lo ha imprimido de tal manera que creemos que nos gusta.
Dejo al margen a los hombres que dicen que les gustan las mujeres sin pelos, paso de ellos, y también dejo al margen a las mujeres que no se plantean estas cosas. Hablo de las que se interesan por estos temas y aseguran con vehemencia que se depilan porque quieren, no por un canon de belleza impuesto. ¿Estáis seguras, chicas?
No quiero sonar paternalista con esto. Os seré sincera: yo cuando me encuentro con una mujer sin depilar enseguida me atrae en todos los sentidos muchísimo más que una depilada, porque encuentro en ella coherencia y valentía. No obstante, aunque no con tanta frecuencia como debería según los cánones, soy tan tonta que me depilo tan solo porque no tengo el valor suficiente para no hacerlo, para ir en bañador con las piernas llenas de pelos y cosas así. Pero quisiera no hacerlo, al menos me reconozco a mí misma que quisiera no hacerlo y no me autoengaño diciendo que es que me gusta así. Lo siento, no me lo trago. Son
formas que tenemos de racionalizar lo que hacemos con el fin de sentirnos mejor al tratar de que nuestro cuerpo encaje con las normas de la sociedad sexista.
Pensemos más allá, hagámonos la siguiente pregunta:
¿qué significa que los hombres no se depilen y las mujeres sí? Y, por favor, estoy hablando de la tendencia más habitual, no de las nuevas modas
metrosexuales ni de los nadadores. De verdad, hagámonos esa pregunta y meditemos su respuesta,
cuestionemos las cosas que se dan por sentadas.
Otra pregunta que parece obvia y que es nuestra obligación sopesar como feministas que somos:
¿Por qué las mujeres nos depilamos? Si fuera por higiene, los hombres también lo harían, ¿no?
En fin, poquito a poco pero sin parar. La cita que abre este post es una cambiavidas si la ponemos en práctica, así que a ello.
Mientras tanto, yo os lanzo un reto que os animo a llevar a cabo y que empiezo aquí, en La Letra Escarlata: no te depiles y cuelga en tu blog o red social una foto de tus piernas (o de tus sobacos, o de lo que quieras…) sin depilar en apoyo a Mo’Nique y como protesta por los cánones machistas.
¡Aquí van mis piernas! ¡Muérete de envidia,
Kim Basinguer!