miércoles, 29 de abril de 2009

A LAS OCHO DONDE SIEMPRE, serial bollo (I)

CAPÍTULO UNO: LA CASA DE LOS ESPÍRITUS

I         

Cuando la avioneta despegó, dio la impresión de que las nubes se apartaban temerosas. La máquina blanca, que cada vez iba haciéndose más pequeña, contrastaba con un cielo tan azul que parecía recién sacado de la lavadora y puesto a tender en las cuerdas de la inmensidad.

La inmensidad de la vida siempre había apabullado a Clara, pero de alguna forma Carmen había hecho más llevadera la cotidianidad en un mundo que no sentía hecho a su medida. Durante los meses que habían estado juntas creyó encontrar su hueco y no se sintió tan gorda, tan torpe y tan boba como solía pensarse. Tan gorda que se veía forzada a buscar camisetas en la sección premamá de las tiendas –y a disimular que estaba comprando un regalo para alguna amiga embarazada si se encontraba con un conocido-, tan torpe que no había día en que no se le cayese una taza o no tropezarse con algo. Tan boba porque balbuceaba cuando alguien le pedía su opinión y solo más tarde, cuando se quedaba sola, se le ocurría la respuesta ideal, el comentario más ingenioso o acertado.

Pero Carmen la había encontrado perfecta. Carmen la actriz, que hasta había quien la paraba por la calle porque la reconocía de la serie esa de después de comer en el canal autonómico. Carmen tan llena de glamur, la única persona que conocía que tenía un maletín de maquillaje del tamaño de una maleta.

Carmen se había fijado en ella y no en otra aquél fin de semana que pasó en la casa rural. Aunque suene a tópico, la conquistó por el estómago. “Haces los mejores espaguetis a la carbonara que he probado en mi vida”, le dijo delante del resto de los huéspedes, con un tono tan sensual que le puso la piel de gallina y rozando con su mano la de ella. Cuando el fin de semana había terminado y todos se marchaban, Carmen entró en el despacho de Clara, que estaba preparando los recibos. “Quiero que me cuides, que me sigas haciendo espaguetis”. Y la besó. Tan sencillo como eso.

Clara siempre había creído que la suya era la historia de amor más bonita del mundo, pero ahora se preguntaba si Carmen había necesitado simplemente un lugar donde recobrar fuerzas cuando terminó el rodaje de su serie, si tal vez se trataba de una listilla que había vivido de gorra en su casa rural durante una larga temporada.

Pero no, aquellas noches, aquellos paseos… todo eso no podía ser mentira.

Allí iban todas aquellas noches y todos aquellos paseos, viajaban junto con el maletín de maquillaje en el compartimento que había sobre Carmen, quien seguramente estaría hojeando la revista que se acababa de comprar con la indiferencia de alguien que simplemente había estado representando un papel.

El pequeño aeropuerto entre las montañas se había quedado silencioso ahora que ya no se escuchaban ruidos de motores. Clara entró en su jeep y decidió no secarse las lágrimas hasta llegar a Villa Woolf. A lo mejor tenía un accidente y acababa con todo de una vez.

Lo único que le consolaba era que tenía trabajo. Era viernes y llegaba un grupo de ocho madrileñas a disfrutar de su casa rural de temática lésbica. Marcó un número en su móvil.

--Marcos, por favor, súbeme diez barras de pan y tres paquetes de café. Ah, y compra también unas cuantas velas. Parece que esta noche va a haber tormenta y ya sabes que solemos quedarnos sin luz.


II

            Para alivio de todas, el autobús había terminado de atravesar el puerto y circulaba por una carretera más ancha.

--Casi me da un ataque al corazón –dijo Susi resoplando sobre el libro que tenía abierto en su regazo.- ¡Menudos precipicios!

--Joder, ¿pero a dónde nos llevas, Lola? Este sitio seguro que no sale ni en el mapa –protestó Virginia.

--Yo lo he mirado en Internet y promete –Olatz rebuscó en su mochila hasta que encontró un papel arrugado que había imprimido el día anterior en el trabajo-. La web dice que tienen todas las temporadas de The L Word y una pantalla de plasma enorme. ¡Podíamos darnos un atracón de capítulos!

--Oye, que yo no me he recorrido cientos de kilómetros para ver la tele –protestó Olga.

--Chicas, haya calma –Lola se rió- estoy segura de que nos va a gustar. Unas chicas que conocí cuando estuve por la zona haciendo alpinismo me hablaron de Villa Woolf y de lo mucho que su dueña se esforzaba en entretener a sus invitadas con un montón de actividades. Además, por lo visto se come fenomenal.

--Al fin y al cabo, lo que queríamos era desconectar un poco de la ciudad, ¿no? -Olatz cerró su mochila- pues seguro que aquí lo conseguimos.

            El renqueante autobús se detuvo en una parada –más bien un banco de madera bajo un pequeño tejado- y el conductor gritó: “¡Esto es Navas de la Princesa!”

--¡Nuestra parada! –exclamó Lola. Recogieron sus bártulos a toda prisa y se apearon del autobús.

            Cuando el vehículo se alejó de ellas, se sintieron algo desamparadas en medio del campo, en un lugar donde no parecía haber más vida humana.

            Allí de pie, las ocho mujeres formaban un grupo peculiar. Virginia, mascando chicle y con esa actitud de chica dura que volvía locas a todas, se ajustó la gorra y cerró los ojos, como si nada de lo que hubiera a su alrededor le interesase ni lo más mínimo. Susi y su eterno gesto de subirse las gafas. Todo en ella era alargado: sus manos, su nariz, incluso sus dientes. Como siempre, llevaba la mochila a rebosar de libros, no fuera a ser que le apeteciese leer uno que no hubiese traído. Olatz, que llevaba una camiseta reivindicativa –tenía una amplia colección de ellas que abarcaban desde los derechos del colectivo LGBTQ hasta la libertad de los pollos-, miraba a su alrededor buscando algún letrero. Olga le daba la mano a Karen, su novia camerunesa. Inés y Carlota probaban sus móviles a ver si conseguían cobertura. Probablemente querían llamar a los padres de Inés, que se habían quedado cuidando de la hija de ambas, Tian Fu. Lola miraba el reloj con impaciencia, pues al haber sugerido la escapada, se sentía responsable de que esta saliese bien.

            No tardaron en escuchar el ruido de una furgoneta que se detuvo delante de ellas.

Un muchacho de unos veinte años se asomó por la ventanilla.

--Hola, soy Marcos, de Villa Woolf. ¡Subid, chicas! No os ayudo con las maletas porque más de una ha querido darme una paliza por hacerlo, ja ja ja.


III

--Bueno, la habitación no está nada mal –comentó Olga con aprobación.

--Y la cama es grande –Karen se lanzó sobre la colcha. Olga no tardó en imitarla.

--¿Empezamos a fabricar el bebé? –preguntó.

--¿Cómo que “empezamos”? –Karen se rió- ¿Qué pasa, que el dinero que le hemos pagado ya a la clínica de fecundación no te ha parecido un buen comienzo?

            Olga sonrió.

--Creo que la siguiente vez que te inseminen vas a tener suerte y te vas a quedar embarazada, mi amor. Por eso este fin de semana debes aprovecharlo para relajarte y desconectar de todo.

--Bueno, espero poder relajarme después de lo que nos ha contado Clara, la dueña.

--¿Eso de que en la casa hay un espíritu? Vamos, Karen, que seguro que lo ha dicho para crear un poco de ambiente. ¿Cómo puedes creerte una cosa así?


IV

--La cena estaba deliciosa, Clara, ¡muchísimas gracias! –Carlota se frotó la tripa.

            Clara sonrió tímidamente.

--Si alguien quiere desabrocharse el botón del pantalón, estáis en vuestra casa.

            Pensó que iban a creer que lo decía porque era ella la que necesitaba hacerlo, pero todas se rieron. Les había hecho mucha gracia el comentario y procedieron a seguir su consejo. Clac, clac, sonaban los botones.

            Justo en ese momento se escuchó un trueno.

--Voy a traer las velas –Clara se levantó- por si acaso se va la luz, suele pasar cuando hay tormenta.

            Dicho y hecho, justo cuando Clara regresaba a la mesa se quedaron sin electricidad. Encendieron las velas. Todo tenía un aspecto extraño y amarillento.

            Karen lanzó un chillido.

--¿Pero qué pasa, cariño? –le preguntó Olga, alarmada.

--He visto pasar a alguien por esa ventana –señaló un cristal lleno de gotas de lluvia que daba al oscuro campo.

--Imposible, ¡con esta lluvia! –dijo Inés.

--Tal vez se trate de Marcos –sugirió Susi.

--Imposible –negó Clara- le dije a Marcos hace horas que podía marcharse a casa.

--Cielo, creo que estás sugestionada por eso que nos ha contado antes Clara de que la casa tiene un espíritu –comentó Olga.

--Bueno, a lo mejor es eso –Karen temblaba de pies a cabeza.

            Esta vez fue Olatz la que gritó.

--Os juro que he visto a alguien pasar por ahí –señaló el pasillo.

--Joder –dijo Clara, llevándose las manos a la cabeza en un gesto desesperado – No, por favor, que no vuelva a pasar…

            Las ocho invitadas la miraron con preocupación. En los ojos de la dueña de Villa Woolf había verdadero pavor.

CONTINÚA EL MIÉRCOLES 6 DE MAYO

15 comentarios:

LesGronoma dijo...

¡Guau qué bueno!... quiero más ;D

LesGroNoma dijo...

¡Guau qué bueno!... quiero más ;D

clara y lucero dijo...

bueno, muy bueno, pero.....nos vas a tener asi hasta el miercoles?.
vale, vale esperaremos.
Escribes muy bien, a qué te dedicas?
Lo digo porque serias una gran escritora.

clara y lucero dijo...

Por cierto Hester no te he visto aun por nuestro blog, me gustaria que te pasaras y me dijeras qué te parece

Lau... dijo...

Ey...me gustó mucho. Ya tengo opupados los miercoles despues del desayuno entoces!...Way.

Saludos!

kali dijo...

mmmm buen comienzo hester: 9 mujeres encerradas en una casa solitaria en medio de una tormenta. la segunda parte el jueves que viene?

farala dijo...

jajajjaja!! me encantaaaaaaa no voy a hablarte como escritora porque ya sabes lo que pienso de ti (vale, loud and clear: ERES UNA EXCELENTE ESCRITORA) pero esto promete... tiene todos los ingredientes (has tomado algun curso en guión de series lesbis???) jajajaja pero si tienes hasta una faralaez! y los nombres Villa woolf!! ME ENCANTA

Hester Prynne dijo...

No seáis así que me sonrojáis, ja ja ja.
Esperemos que la cosa se vaya poniendo más interesante con los amoríos,desamores y demás bollismos.
MÁS EL PRÓXIMO MIÉRCOLES.
Besos enormes.

Bárbara dijo...

Me gustaaa!!! creo que me voy a enganchar para los jueves en la mañana (que los miércoles andaré currelando)...A ver cómo transcurre la historia...mi más sincera admiración...
Un besazo

Soledad dijo...

no querida Hester...NO puedo esperar hasta el próximo miércoles!!! ¿no hay ni siquiera imágenes de avance entre semana?
Para que agregar que me encanta...¿no?
Cariños y felicitaciones!!!

Pia dijo...

La verdad no se como expresar lo que me produjo tu post…. Siendo autentica:
Nojoda que post tan bacano!! esta full chevere la historia!! me tendrás religiosamente leyéndolo todos los miércoles …
No había comentado tus blog antes, pero siempre lo leo, me gusta mucho lo que publicas…
Sigue deleitándonos !!!!

Hormiga rebelde dijo...

Enganchada me quedo. Me sumo a esa lista de fans incondicionales de tu serial bollo.
¡¡Me encanta!!
Gracias por este rato y hasta el miércolessss.
Un abrazo.

Apate dijo...

Jaja...otra que se enganchará al serial boollo. Pero, ¡cuidado! con desperdiciar así el talento, que percibo que puedes escribir "literatura".

Anónimo dijo...

Muy bueno!!! Escribes de p.m., ya lo sabes. Pero por favor...¿que no dé mucho miedo! Tendría que dejarlo porque luego sueño...y no sé si podría.
Sigue así, este puede ser tu salto a la fama.
Reconozco algún personaje y/o algunas circunstancias ¿es así? Además del nombre fantástico V. Woolf
Un besazo,
Audrey

Anónimo dijo...

Hola Gloria! soy Jesús, el amigo de Silvia que esta viajando. Hace mucho que no me pasaba por aquí, antes del viaje te seguia en secreto. Te acabo de enlazar a los Lugares amigos de mi blog: www.migranviaje.wordpress.com Un besazo para las dos, y enhorabuena!, que ya me he enterado de la noticia por un pajarillo lavapiesero.