

Un año más, no hay nada que celebrar en lo que respecta a la violencia machista.
No hacemos uso de lo que, como país privilegiado en cuanto a medios que somos, podríamos aprovecharnos: la educación. Los adolescentes y los jóvenes siguen manteniendo actitudes extremadamente violentas hacia las mujeres porque hemos adoptado una actitud pasiva al respecto. No hay más que pasar por delante de un grupo de chavales o sentarte junto a ellos en el metro para escuchar sus comentarios agresivos y machistas y quedarte anonadada. Los diez niños que abusaron de dos compañeras en un autobús escolar o la sentencia judicial del caso de José Diego Yllanes (asesino de Nagore Laffage, por favor, no lo llamemos caso Nagore Laffage, digamos el nombre de él constantemente para que nadie lo olvide, ya que va a salir tan pronto de rositas) son prueba de cómo está el tema.
Continúa habiendo un modelo de masculinidad ligado a la agresividad. El avance de la situación de las mujeres ha dado lugar a un fenómeno reactivo: muchos hombres se sienten amenazados o perdidos ante la desaparición de su rol de amo y señor y reaccionan con violencia. En estos momentos, cuatrocientos mil hombres están maltratando en España.
Y es que hay que hablar así, con oraciones activas, con los hombres como sujeto, pues son ellos, los maltratadores, los que cometen los crímenes. No son enfermos, son personas completamente conscientes de lo que hacen, que golpean en el pecho y en la cabeza para que la ropa y el pelo oculten las heridas, que se aprovechan de los momentos más vulnerables de las mujeres –cuando estas no tienen dinero o están embarazadas, por ejemplo- y que saben que están haciendo algo ilegal. La violencia machista no es responsabilidad nuestra, no somos nosotras las que tenemos que "tener cuidado", no deberíamos ser nosotras las que tengamos que andar con precaución y no pasar por callejones oscuros, que hasta de nuestro propio hijo tendríamos miedo si no reconociésemos su silueta... Un incompetente columnista escribió hace poco que somos nosotras las que criamos a los maltratadores, cuando lo poco bueno que estos tienen en su interior suele ser precisamente lo que han heredado de sus madres en una cultura que les enseña a ser violentos y a despreciar a las mujeres.
Un ejemplillo de víctimas mortales, hay muchas más (muertas y vivas): Enero, Valencia. Un hombre mata a una mujer y hiere a otra. Febrero, Sevilla, mata a puñaladas a su mujer y se tira por la ventana. Marzo, Castellón, un hombre de cincuenta años estrangula a su esposa. Abril, León, una mujer muere asfixiada. Mayo, Guipúzcoa, un hombre mata a su esposa tras perseguirla en coche. Junio, Barcelona, detienen al marido de la mujer cuyo cadáver apareció descuartizado. Julio, Toledo, mata a su ex mujer delante de su hija de seis años. Agosto, Orense, detienen al ex novio de la chica de diecinueve años asesinada. Septiembre, Ávila, estrangula a su mujer. Octubre, Mallorca, muere una mujer apuñalada por su marido. Noviembre, La Rioja, un policía nacional retirado es el presunto homicida de su compañera. Diciembre…
Los motivos para renunciar a la fe católica son innumerables. Personalmente, como lesbiana no puedo pertenecer a un grupo que me niega los derechos civiles, como mujer, no puedo pertenecer a un grupo misógino tanto en sus rituales como en su condena del aborto y en su propagación del rol de la mujer como madre y esposa, como española, no puedo pertenecer a un grupo que abusa de un Estado que se dice laico y no lo es, como ser humano no puedo pertenecer a un grupo que contribuye a la propagación del SIDA, que predica la pobreza y no para de recaudar para que sus mandamases vivan en palacios, y que a lo largo de la historia ha destruido culturas enteras intentando imponer sus valores.
Lo único que tienes que hacer es enviar una carta a la parroquia donde te bautizaste y otra al obispado u arzobispado de tu comunidad. Esta misma operación la tienes que repetir si has hecho la confirmación o contraído matrimonio por la iglesia católica, puesto que si no seguirás saliendo en los libros parroquiales. Aquí tienes todos los modelos de cartas, por lo que si no quieres, ni siquiera tienes que redactarlas tú (eso sí, no te olvides de rellenarlas y firmarlas).
Las cartas deben ir acompañadas de una fotocopia del DNI. No hace falta incluir la partida de bautismo y además, está prohibido que te la pidan. Lo único necesario, repito, es la carta de renuncia firmada y una fotocopia del DNI. Cualquier requisito adicional impuesto por los señores de la sotana es ilegal y puede denunciarse en la Agencia Española de Protección de Datos. Recordad que por cada carta de renuncia (de bautismo, de confirmación o de matrimonio) hay que enviar otra al arzobispado de vuestra ciudad. Hacedlo siempre por correo certificado o por burofax. Los envíos se pueden monitorizar desde la web de Correos, pues en el resguardo que te dan al mandar las cartas viene un número con el que puedes comprobar que haya sido entregada. Correos tiene también un servicio de burofax online. Vamos, que para apostatar ni siquiera tienes que moverte de casa. Como ves, ¡no hay excusa para no hacerlo si realmente quieres!
Por cierto, que el hecho de haber apostatado no afecta en absoluto a tu matrimonio si estás casada/o, pues en España el matrimonio es una figura jurídica civil. Un matrimonio religioso ha de notificarse en el registro civil para tener validez legal y solo entonces es reconocido por el Estado.
De todas formas, en esta web tienes todo explicado con detalle por si sigues teniendo dudas.
Si con este post consigo que al menos una persona más apostate, habrá cumplido su cometido.
Que no usen tu nombre en vano, ¡apostata!
Los feminismos se enfrentan a la idea de que un grupo de personas tiene derecho a imponer la definición de realidad a otras (Liz Stanley y Sue Wise)
Las mujeres españolas –por hablar de lo que conozco, aunque no es muy difícil suponer que en gran parte del mundo sea igual- no tenemos ningún periódico que nos represente. Los diarios están escritos en su mayor parte para hombres –salvo las páginas dedicadas al cuidado personal- y nosotras los leemos pasando por alto todas las afrentas que invaden sus páginas, porque, qué remedio nos queda... Desde el machacón “la mujer esto y lo otro” (¿cómo que “la mujer”? ¿es que estamos todas cortadas por un mismo patrón? ¿tanto os cuesta decir “las mujeres”?) hasta los anuncios de contactos (“contactos”, eufemismo de “prostitución”, con la que no solo se llevan dinero los mafiosos y los chulos sino también los periódicos nacionales de mayor tirada), pasando por el escaso número de colaboradoras y la poca importancia dada a los asuntos que nos conciernen (¿sabíais, por ejemplo, que cuando hay un artículo sobre los ataques al corazón solo hablan de los ataques al corazón que sufren los hombres, pues los de las mujeres tienen síntomas muy distintos?), los feminismos solo han llegado a la prensa en migajas por las que se espera que estemos satisfechas.
Los domingos suelo comprarme El País, aunque hoy me he planteado seriamente dejar de hacerlo de una vez por todas, pues en los últimos tiempos creo que está haciendo que me siente mal el desayuno. Creo que en estas perezosas mañanas que anteceden al caótico lunes voy a optar por comprarme revistas de cocina. Me encantan y siempre me ponen de buen humor.
En fin, hagamos un repaso a todas las perlas con las que me he encontrado hoy en un periódico que presume de progresista:
-Un artículo titulado “Cocaína, transexuales, chantajes y vídeos en la Italia de Berlusconi”. El mismo título, que iguala a los transexuales con la cocaína y los chantajes, indica lo que leyendo el artículo se descubre enseguida, que es un escrito profundamente tránsfobo.
-Un artículo en defensa del violador Roman Polanski escrito –bastante mal y con argumentos demasiado enclenques, por cierto- por el autor francés Bernard-Henri Lévy y anunciado a bombo y platillo en portada.
-Anuncios de “contactos” en los que se pueden leer frases tales como “chicas inolvidables nuevas”, “chicas Hong-kong 19 años” o “universitaria cariñosa y muy guapa”.
-La portada del suplemento dominical dedicada en exclusiva al diseñador Karl Lagerfeld, famoso por declarar cosas como que está a favor de utilizar mujeres extremadamente delgadas en los desfiles, que quienes las critican es por pura envidia, que la revista alemana Brigitte –la cual ha optado recientemente por utilizar mujeres normales y corrientes en lugar de anoréxicas- debería emplear únicamente a modelos profesionales y que “nadie quiere ver mujeres curvilíneas”, citando sus propias palabras. Con H&M dejó de trabajar porque no quería hacer tallas mayores que la 38 y de la modelo Heidi Klum ha comentado que está demasiado gorda para las pasarelas… Pero no pasa nada, El País le dedica un extenso reportaje en el que resalta su excentricidad y su pasión artística.
-Un publirreportaje a toda página de cirugía estética “contra la grasa antiestética” que permite “remodelar la silueta, reducir la celulitis y atenuar la flaccidez” y que “además de destruir la grasa que causa desagrado, provoca una contracción en la piel”.
-Y por supuesto, que nunca falle, la columna del escritor Javier Marías, famoso antifeministas y machista recalcitrante (como muestra, este artículo de su amigo Pérez-Reverte y su contestación).
Y sí, luego otro artículo sobre prostitución, uno sobre los burdeles chinos de Soledad Gallego-Díaz, otro sobre violencia de género, otro escrito por Esther Tusquets… muy bien, pero no se trata de compensar machismo con feminismos, pues no son opuestos. El uno tiene que ver con la opresión del 50% de la población del mundo, ya sea por métodos sutiles o abiertamente discriminadores, mientras que los segundos tienen que ver con responder a estas agresiones y luchar por la dignidad.
En fin, lo mismo que me ha pasado hojeando El País al haberme topado con estas joyas que os he enumerado, me podría haber ocurrido con cualquier otro periódico… Lo dicho, la prensa no nos quiere y tendremos que sacar nosotras, como siempre, las castañas del fuego y empezar a pensar en publicaciones alternativas para personas que no quieren ser cómplices de ese crimen tan atroz llamado machismo.