jueves, 28 de agosto de 2008

Tasha Tudor

Qué pequeño es todo (James Joyce en Finnegan's Wake)


Tasha Tudor parece un personaje inventado por Ludy Maud Montgomery, pero prometo que existió. Falleció solamente hace un par de meses, a comienzos de este verano. Tenía 92 años y en su lecho de muerte anunció a dónde se dirigía a continuación: regresaba a 1830.
Esta excéntrica bostoniana nacida en 1915 contaba siempre (quién sabe si lo creía de veras o simplemente pensaba que si lo repetía muchas veces se haría realidad) que era la reencarnación de la mujer de un capitán de barco que había vivido entre 1800 y 1842. Conocida y celebrada por sus elaboradas ilustraciones para libros infantiles (varios de los cuales también escribió), su arte fue definido por el New York Times como poseedor de “la misma belleza frágil de una tarde de primavera.” En su haber tiene más de 100 libros, entre ellos una magnífica edición de El jardín secreto (The Secret Garden) de Frances Hodgson Burnett.
Para mí, siendo como soy una estudiosa y una enamorada de la época victoriana, lo más interesante de Tasha Tudor fue la forma en que escogió vivir, pues no solo reflejó la vida decimonónica en sus dibujos, sino que la trasladó a todos los aspectos de su vida. Hay quien piensa que la artista estaba rematadamente loca. Si es así, al diablo con la cordura. Tasha Tudor no solo no perjudicó a nadie, sino que aportó a este mundo tan áspero su arte y su forma de vivir amando la naturaleza, cultivando sus propios alimentos, confeccionando su propia ropa y sacando la lengua con magistral desafío al consumismo alienante que le rodeaba.
Tanto sus cuatro hijos como ella vestían prendas que diseñaba y hacía ella misma, siendo las suyas hermosos vestidos decimonónicos. Vivían en una granja que construyó en gran parte y que no tenía electricidad. Siempre iba descalza. Tejía, hilaba, recogía los huevos que ponían las gallinas, ordeñaba las cabras, cultivaba hierbas para remedios caseros, cocía pan e incluso fabricó una casa de muñecas que llegó a salir en la revista Life. Tocaba el dulcémele, un instrumento musical que consiste en una caja de madera con cuerdas. Antes de poder vivir de sus ilustraciones, trabajó en una guardería. Con su primer sueldo se compró una vaca.
Quería hablaros de Tasha Tudor porque es una heroína de las pequeñas cosas, una mujer que fue fiel al estilo de vida que decidió mantener y una persona que exprimió al máximo su creatividad en todos los aspectos de su existencia. Pocas cosas hay tan maravillosas como poder dar rienda suelta a los caballos desbocados que tenemos dentro, ya sea pintando cuadros, haciendo pasteles o cuidando de las plantas, como los personajes de El jardín secreto.
Un día, Tasha Tudor aseguró a un reportero que nunca tenía problemas para encontrar tréboles de cuatro hojas. Procedió a demostrárselo agachándose para rebuscar entre el césped y, en menos de cinco minutos, le entregó la planta de la suerte al boquiabierto reportero.

miércoles, 27 de agosto de 2008

El tiempo todo lo da y todo se lo lleva


Nada nos pertenece excepto el tiempo (Séneca)


Y se suceden los días en el calendario, a veces tan deprisa que se tropiezan unos con otros derribando los años como si fueran espirales de dominó. El verano continúa pegándose a la piel, pero seguro que uno de estos días volverá el portero para luchar contra la torre de folletos de comida a domicilio que se acumulan en el portal, se reanudarán las carreras de carritos de la compra y los atascos con olor a café y tubo de escape retomarán las calles que por una época han vuelto a ser de los paseantes. El tiempo es implacable tanto para lo bueno como para lo malo, y quien no olvide esto y procure dar importancia a lo que lo tiene y despreciar la banalidad podrá decir que al menos lo ha intentado. La frase más tópica y más cierta al mismo tiempo es, sin duda, que la vida es corta. Nos lo enseñan en el telediario todos los días.
¿Qué tal el verano? Yo he trabajado, he hecho ejercicio con la Wii Fit y he devorado los libros de Stephenie Meyer, entre otros. No he escrito mucho (este blog es prueba de mi procrastinación) pero tengo grandes ideas y unos dedos inquietos con ganas de teclearlas. Mi cabeza está a tope de proyectos tanto personales (búsqueda de nuevo nido de amor, adopción, reajuste de horarios para encontrar, qué quimera, tiempo para todo) como intelectuales y políticos. Me muero de ganas de vivir, de apasionarme y de querer. Espero saber contagiaros las carcajadas, los suspiros y las indignaciones en esta nueva etapa de La Letra Escarlata. Por mi parte todos mis poros se han abierto, receptivos, a lo que tengáis a bien enseñarme.