Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo
no te pertenecen.
Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas,
viven en la casa del mañana,
que no pueden visitar
ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos semejantes a ti
porque la vida no retrocede,
ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual, tus hijos
como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinación
en tu mano de arquero
sea para la felicidad.
Aunque la aceptación de lo diferente está cada vez más extendida en nuestra sociedad, lo cierto es que resulta prácticamente imposible encontrar a una lesbiana o a un gay que no haya sufrido la homofobia en sus carnes. Además, esta desagradable experiencia suele empezar en casa, con miembros de nuestra propia familia. La homofobia cotidiana significa la desaprobación familiar, la aceptación de una ciudadanía de segunda clase y la exclusión de la mayor parte de las películas, series y otras formas de entretenimiento. Hasta hace muy poco tiempo, estaba respaldada por nuestro sistema legal, cosa que continúa sucediendo en muchos otros países.
Ha salido un libro de Sarah Schulman que habla sobre la homofobia en el ámbito doméstico. Se titula Ties That Bind. Yo aún no me lo he leído, pero una crítica en la revista Curve ha despertado mi interés hacia él, pues la tesis de la autora es que al comenzar la homofobia en casa, esa es la raíz del problema y ahí es donde debemos empezar a resolverlo.
Schulman sostiene, y estoy completamente de acuerdo, que la homofobia familiar no es un problema personal, sino una crisis cultural. Yo lo llamaría igual que los medios de comunicación a la violencia machista: lacra social. Y es que del mismo modo que la violencia machista está en proceso de pasar de ser un drama doméstico a considerarse un crimen, es necesario que criminalicemos también la homofobia y la denunciemos cuando encontremos personas que la están sufriendo, lo mismo que denunciaríamos a nuestro vecino si le oyésemos pegar a su mujer.
El maltrato psicológico o físico de una lesbiana o de un gay en su propio hogar por un miembro de su familia –su padre, su madre, su hermano, su hermana…- valida los posteriores abusos que esa persona pueda recibir en otras relaciones y por parte de la sociedad. Igual que un niño maltratado tiene muchos visos de convertirse en un maltratador, el abuso a un gay o a una lesbiana por su sexualidad puede hacer que reproduzcamos esos comportamientos con nosotras mismas –véase la homofobia internalizada sobre la que precisamente escribía ayer- o con otras relaciones. El abuso emocional de los padres u otros familiares a sus hijas lesbianas (o a cualquier otro hijo LGTBQ, se entiende) es igual de reprochable que otros abusos y debemos tomárnoslo mucho más en serio.
Ser homófobo no se trata de ejercer tu derecho a la libertad de expresión, sino de estar atentando contra los derechos civiles y humanos de otra persona. La crueldad de la homofobia, repito, debe recibir la importancia que se merece.
En resumen, podríamos considerar que el comportamiento homófobo es inmoral y que tiene consecuencias altamente destructivas para todas las personas implicadas. Por tanto, debería ser condenable y no relegarse al ámbito de lo privado o familiar.
El cartel dice "Liberados de la homosexualidad". Son gente de First Stone Ministries, que como Exodus International, se dedican a "curar" homosexuales.
9 comentarios:
"Curar"... Ilusos.
Qué magnífico poema el de Hibran y bravo por la crítica.
Un beso
Mientras te leia me he dado cuenta de que muchas veces yo estoy en una posicion de verguenza, de sentirme menos, y me ha recorrido un escalofrio de, coño, existe otra forma de situarse: ahi donde una no solo se sabe sino que realmente se siente digna y se relaciona con otros no desde la verguenza ni desde el orgullo compensatorio sino desde un verdadero sentimiento de dignidad.
Pero, al mismo tiempo, se me ha venido a la cabeza la estrategia que viene privilegiandose para enfrentar la violencia masculina contra las mujeres en las relaciones heteros, esto es, el recurso al derecho penal (incrementemos las penas, elevemos las faltas a la categoria de delitos, criminalicemos toda problematica conyugal/parejil, castiguemos a las mujeres que no cumplen las ordenes de alejamiento impuestas a sus parejas, hagamos creer que la denuncia es El Camino, condiciones el acceso a los recursos a la previa interposicion de la denuncia, impidamos que las mujeres retiren la denuncia aun cuando se manifiesten en ese sentido, y etcetera) y nos he imaginado de aqui a un tiempo exigiendo la intervencion del derecho penal para resolver cualquier discriminacion, cualquier hacer de menos, cualquier feo, sí, los más leves incluidos, por razon de orientacion sexual. Que miedito!. Espero que no acabemos creando una sociedad donde el aparato represor (violento, jodido) del estado (del estado, recalco) intervenga incluso en aquellas cuestiones que mejor si resolvieramos de otros modos y por nosotr@s mism@s. ¿Que fue de aquel feminismo critico con el tal aparato represor?
Perdona, he escrito influenciada por el espanto que me provoca el excesivo y privilegiado recurso al derecho penal que viene empleandose para enfrentar la violencia en (ex) parejas heteros.
Laura, muchas gracias por tu interesantísima participación.
Sin duda, tienes razón en lo que dices y es algo que me he planteado yo muchas veces. El libro de Sarah Schulman está escrito desde una perspectiva feminista norteamericana, y esto suele querer decir una confianza suprema en el sistema represivo.
Como con la violencia de género, yo no sé qué pensar... por un lado, si no se denuncia, si no se castiga, ¿cómo abordar este tipo de agresiones sexistas y homófobas que tantas veces destrozan vidas, física o psicológicamente? Por otra parte, ¿realmente queremos hacer uso de este sistema represivo basado en la política del miedo y cien por cien patriarcal?
Apelo, como tú, a ese feminismo crítico que nos haga encontrar una solución distinta lejos de ese aparato represor.
Muchas gracias otra vez por remover conciencias, entre ellas la mía.
¿Está traducido?
Acaba de salir en EEUU, así que seguro que no :(
Muy a cuento:
http://www.elpais.com/articulo/espana/juez/archiva/primera/querella/Espana/empresa/injurias/homofobas/elpepuesp/20091201elpepunac_32/Tes
Hester, a mi me parece bien que exista la posibilidad de recurrir al derecho penal cuando has padecido una agresión especialmente violenta, ya sea por motivos sexistas, ya sea por motivos homófobos, ya sea por cualquier otro. Esta posibilidad existe a día de hoy (aunque aun hay que trabajar la homofobia de la policia y de los operadores juridicos) así que si quieres acudes al derecho penal y si prefieres enfrentar el asunto de otras maneras pues lo haces. Es tu decisión.
A su vez, me parecería muy jodido vivir en una sociedad en la cual el aparato represor del estado respondiera, al margen de que tú quisieras o no, incluso cuando tu vecina del quinto te mirara feo porque eres lesbiana. A día de hoy el aparato represor del estado no interviene cuando tu vecina te mira feo, ni aunque quieras. Y así está bien coño que somos perfectamente capaces de enfrentar las miradas despectivas de nuestras vecinas. ¿O acaso no lo hacemos cuando nuestra vecina nos mira feo porque resulta que llevamos el pelo verde o porque, sin más, le hemos caído mal?
Por otro lado, en relación a la violencia masculina (de una cierta virulencia) contra las mujeres en las relaciones heterosexuales, el aparato represor del estado interviene aunque la mujer maltratada no lo desee. Por su bien, dicen las feministas institucionales, porque todas aquellas mujeres que no nos hacen caso y no denuncian son mujeres incapaces de tomar la decisión adecuada por sí mismas, así que si ellas no quieren acudir a los tribunales y etcétera por propia voluntad pues les haremos acudir igualmente. Jodete, este es el planteamiento del feminismo institucional. Y oye se quedan más anchas que largas. Pues bien, el derecho penal no es ninguna panacea: los procedimientos son jodidos, las mujeres sufren mucho a lo largo de ellos y todo lo que puede ofrecerse desde esta instancia es un castigo para el victimario y algunas medidas que intentan proteger (no siempre efectivamente como muestran las estadísticas) a las mujeres amenazadas. Genial si fuera un recurso a disposición de aquellas mujeres que DECIDIERAN emplearlo por PROPIA VOLUNTAD. Pero es que es el recurso que se nos vende como si fuera la octava maravilla del mundo (ein??) y que se le IMPONE a todas las mujeres maltratadas, quieran o no, les convenza o no, lo consideren apropiado o no, deseen que el Estado intervenga para castigar a su maltratador o no, estén en condiciones de afrontar todo el procedimiento penal y lo que ello va a ir suponiéndoles o no. Y, oye, tal y como lo presentan, tal y como lo imponen, se supone que una mujer denuncia (o se inicia el procedimiento de oficio) y, ale hop!, vida de la mujer resuelta. Anda ya!
Por lo demás, no es exigiendo la intervención del aparato represor del estado (y que su intervención sea aun mas violenta = incrementemos las penas) ante la más mínima expresión de homofobia o sexismo- ¿también las propias?- como vamos a construir una sociedad más pacifica. Además, el sexismo y la homofobia son problemas sociales y superarlos implica profundas transformaciones sociales. Sin embargo, la lógica del derecho penal reduce estos problemas sociales a problemáticas interpersonales que se resuelven ofreciendo unas medidas de protección a la mujer maltratada e imponiendo una pena al maltratador. No es, ni mucho menos, El Camino para transformar nuestra sociedad en otra más igualitaria y pacifica sino que es una mera herramienta que empleamos en la creencia (aunque con dudas) de que algo, un poquitin, puede aportar en esa dirección. Y ni tan siquiera es El Camino para que todas las mujeres maltratadas enfrenten sus concretas situaciones y vidas sino que es un recurso, uno más, al que las mujeres deberían, sin más, poder recurrir si quisieran y cuando quisieran (no como ahora que se les impone en cuanto se tiene conocimiento de que una mujer es maltratada).
Siento estar ocupandote tanto espacio en los comentarios.
Soy nueva por aquí,he llegado un poco por casualidad a tu blog...y no me puedo he podido resistir a decirte que estoy totalmente de acuerdo contigo y que gracias porque seguro que remueves alguna que otra conciencia.
Por otra parte, me ha gustado el poema de Khalil Gibran, que no lo conocía, y, a próposito de esto, recalcar que no sólo las personas homosexuales pueden sufrir de la no aceptación en sus casas homófobas sino que está muy arraigado en nuestra sociedad eso de ser dueño de los hijos más que padres y creerse con el derecho no ya de educar sino de imponer una manera de ser y de ver la vida, que pueden hacer crecer a una persona llena de inseguridades por pensar que no son válidos tal y como son, ya que no es lo "correcto" en nuestra sociedad, al no haber sido aceptado por las personas que más lo tienen que querer.
Pienso que alguien cuando decide tener un hijo debe saber que va a traer al mundo a una persona persona distinta a ella y a la que debe querer de verdad, es decir, aceptándola tal y como es, sin usar chantajes emocionales ni llenándola de culpabilidad por ser ellos mismos. Y es que, como digo en el blog que acabo de abrir, abogo por que termine ese tipo de familias que parecen una auténtica mafia.
Un saludo y encantada de pasar por aquí.
RAchel Maddow le ha dedicado un par de espacios al tema. Denunciando justo la responsabilidad de los grupos de "exgays" en la ley horrible que quieren aprobar en Uganda. De hecho utilizan el libro de Richard Cohen (esa "eminencia boba") para dar peso a las motivaciones de la ley.
http://queertoday.ning.com/profiles/blogs/american-exgay-inspires-uganda
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